[The Analogy of Religión, Natural and Revealed, to the Constitution and Course of Nature]. Es la obra más famosa de la literatura teológica inglesa, leída hoy todavía por millares de devotos en todo el mundo anglo-sajón. Es su autor el piadoso obispo Joseph Butler (1692-1752), el cual la publicó en 1736, después de casi diez años de trabajo. El libro está dirigido contra los deístas ingleses, y entre éstos principalmente contra lord Shaftesbury y Bolingbroke. Butler comienza por demostrar que en la naturaleza no hay nada que deponga contra los principios de la religión, y en particular contra una continuación de la vida presente en un mundo ultraterreno. Es más, el paso en la naturaleza desde el mundo material al mundo espiritual, nos conduce, por analogía, a concebir un paso ulterior, y sugiere así la posibilidad de una ulterior vida espiritual. Dígase lo mismo de nuestra conducta moral terrena: se funda sobre la distinción entre actos buenos y actos malos y sobre las recompensas y los castigos que reciben. Pero así como la partida de las recompensas y los castigos no aparece nunca completamente saldada en este mundo, por analogía se debe pensar, que toda nuestra conducta, como sucede aquí con acciones particulares, se había de presentar para un saldo definitivo en otra existencia. Así, la vida del joven, entendida como educación para una edad madura, ofrece una analogía de esta vida terrena como preparación a una vida futura.
En la segunda parte del libro, el autor instituye una verdadera «crítica», en sentido kantiano, de la revelación, examinando sus posibilidades, en atendibilidad, su presunto carácter milagroso y, en fin, las diversas exégesis. Después de lo cual desarrolla el tema más típico de la Analogía. Los deístas, dice Butler, desprecian la revelación, sosteniendo que en algunos puntos la Biblia impone al hombre una conducta contraria a las leyes de la Naturaleza y además atribuyen a Dios acciones absolutamente indignas de la Divinidad, porque están animadas por intenciones malvadas o de carácter degradante. Y aun concediendo lo que afirman los deístas, éstos, sin embargo, no han advertido que, al querer seguir sus propios métodos de crítica, las mismas e idénticas dificultades que se encuentran en la interpretación de Dios y del hombre según la revelación, se encuentran al examinar la estructura del universo, por ser Dios el autor de ambas. Y como sólo interpretando la estructura del universo construye el deísta su religión, los mismos inconvenientes que pesan sobre la religión revelada, pesan sobre la natural. El deísta por lo tanto, en rigor, o abandona toda religión, y cae en el ateísmo, o no debe hacer la menor objeción contra la religión revelada. El argumento parece peligroso por la alternativa que abre hacia el ateísmo; pero considerando la época y la naturaleza de sus adversarios, Butler estaba convencido de que ese peligro no era grave, mientras, en cambio, era muy probable que, bajo la fuerza de los argumentos, muchos se verían obligados a reingresar en el seno del anglicanismo, y en efecto, así lo hicieron algunos. En general, en este libro el pensamiento es mejor que la forma. El primero es siempre lógico, viril y rico en persuasión. La forma en cambio es descuidada, desaliñada, y aun a veces de expresión poco clara.
A. Dell’Oro