[L’Amorosa visione]. Poema alegórico de Giovanni Boccaccio (1313-1375) en cincuenta breves cantos en tercetos, escrito en 1342. En su estructura externa y en la forma y obra de indudable imitación dantesca, está compuesta con técnica artificiosísima; baste pensar que las primeras letras del verso inicial de cada terceto vienen a constituir las palabras de los tres sonetos de introducción. El poeta, con el pensamiento siempre puesto en su amada lejana, es presa de un sueño suave, durante el cual le parece vagar por riberas lejanas y desiertas. Una mujer bellísima le invita a seguirla a un lugar donde hallará la satisfacción de todos sus deseos; los dos se encaminan y llegan a un castillo al cual se entra por dos puertas; la una, ancha y abierta, es la puerta de la riqueza, de la alegría y de la gloria mundanal; la otra, más estrecha y cerrada, la puerta de la virtud. El poeta cediendo a los halagos de dos jovencitos, entra por la puerta más espaciosa y llega a una gran sala, en cuyas paredes están historiados los triunfos alegóricos de la ciencia, de la gloria, de la riqueza y del amor. La descripción de las pinturas ofrece ocasión para una abundante y espaciosa reseña de ilustres personajes mitológicos, clásicos y medievales.
El conjunto es una erudita mezcolanza medieval histórico-literario-mitológica privada de todo aliento de poesía, pero sazonada por un gusto nuevo en que la erudición, es ya sentida como culto y conquista de una nueva cultura. El poeta y su guía pasan después a una segunda sala donde está pintado al fresco el triunfo de la Fortuna; y su guía, sirviéndose de muchos ejemplos desarrolla el tema de la volubilidad de la Fortuna y de la vanidad de los bienes mundanos; al llegar a este punto el poeta es atraído por la vista de un jardín en flor, de donde llegan a sus oídos sones y voces de fiestas, y cediendo a la invitación de los dos jovencitos, entra, a pesar de la oposición de su guía. En medio de un verde prado surge una gran fuente de mármol y por las orillas del límpido riachuelo que arranca de ella pasean gentilísimas damas. El poeta reconoce a muchas de ellas y entre otras distingue a la llamada «la bella Lombarda», a cuyos pies el poeta se postra. En lugar apartado distingue por fin a su amada la «Ninfa sícula» (Fiammetta). El poeta pasa momentos de inefable alegría, y la bellísima dama le exhorta a ser dócil discípulo de su guía, que vuelve al buen camino a los hombres errantes. El poeta y la dama, después, se alejan del guía y se introducen en un bosquecillo, donde el poeta está a punto de lograr la bellísima flor de sus deseos, cuando la visión se quiebra (sueño en el sueño) y él vuelve a encontrarse junto a su guía, la cual le reprende, prometiéndole, si la sigue dócilmente, la satisfacción de aquel alto anhelo que él soñó a punto de cumplirse. Y aquí termina el poema, que se quedó, sin justificación, incompleto, por cuanto la narración de la purificación del ánimo del poeta bajo el benéfico influjo del amor, que es el concepto informador del poeta, había dé ser su final cumplimiento, y al mismo tiempo justificación y clave de la alegoría.
El poema, dantesco en su esquema, en su procedimiento alegórico y en su estilo, está muy lejos del espíritu de la Comedia; y no sin razón ha hablado De Sanctis de una inconsciente parodia del poema dantesco. La seriedad y la unidad de esta especie de análisis espiritual en que Boccaccio refleja el ardiente y dolorido recuerdo de su amor por Madonna Fiammetta se desvanecen en la frondosa ornamentación de los episodios, de gusto enteramente literario. Pero el episodio, por su parte, permite revelar las cualidades más genuinas del temperamento artístico de Boccaccio: cierta aura novelesca, su gusto por la narración extensa, y el elemento exquisitamente sensual que asoma por entre la fraseología stilnovista en los últimos cantos, sobre un deleitoso y estilizado fondo de idilio. Por eso no extraña que, en un momento determinado, Boccaccio se hartase de su fría tarea, o que la urgencia del amoroso recuerdo le impulsara a una expresión más cálida y libre de trabas; la novela autobiográfica Elegía de Madona Fiammeta (v. Fiammetta) es, en efecto, del año 1343.
D. Mattalía