Iridión, Zygmunt Krasinski

[Irydion]. Poema dramático en prosa, un prólogo, cuatro actos y un epí­logo, del poeta polaco Zygmunt Krasinski (1812-1859), publicado anónimo en 1836. La acción se desenvuelve en dos épocas muy distanciadas entre sí: en el siglo III d. de C., en tiempos de Heliogábalo, y en pleno si­glo XIX. Iridión, hijo de un mercader grie­go, del cual ha heredado el odio más im­placable a Roma que oprime a todos los pueblos de la Tierra, después de la muerte de sus padres se va a la capital del Impe­rio con su bella hermana Elsinoe, con la secreta esperanza de conseguir, valiéndose de las ingentes riquezas heredadas de su padre y aprovechando el descontento del pueblo, organizar una rebelión contra el Imperio. Ayudado y protegido por el an­ciano rey de Numidia, Masinisa, que había sido amigo de su padre, estrecha relaciones con los oprimidos, tiende las redes de la rebelión y no vacila siquiera en sacrificar a su ideal a su propia hermana, la cual, movida por sus mismos sentimientos, se convierte en amante de Heliogábalo para arrastrarlo a la ruina y, con él, a todo el imperio. Pero el plan tan tenaz y paciente­mente elaborado fracasa, porque antes de que la revuelta pueda estallar el joven emperador Heliogábalo es destronado por el partido de los viejos romanos, capita­neado por el legislador Ulpiano, y hasta los cristianos, siguiendo el consejo del obispo de Roma, se niegan a participar en la em­presa. Elsinoe se suicida, Iridión está per­dido.

Entonces Masinisa le manifiesta su verdadera personalidad: él no es un mortal, es Satanás, y le ofrece, a cambio de su alma, la resurrección después de siglos de letargo, para que pueda contemplar con sus propios ojos la ruina de Roma. Iridión permanece así sus buenos dieciséis siglos en su letargo, en una caverna de los montes Albanos, y despierta en pleno siglo XIX, en tiempos del propio Krasinski. Masinisa en persona lo acompaña a ver los escombros de la Roma imperial, reducida a una pobre ciudad sin apenas poder, semipoblada y descuidada, regida por los Papas, esto es, por los sucesores de aquellos mismos sacer­dotes cristianos a quienes Roma había per­seguido ferozmente. Masinisa-Satanás, re­clama, mantenida su promesa, el cumpli­miento del pacto por parte de Iridión, que ahora debe cederle su alma. Pero la Gracia divina interviene en favor del griego y le concede por el grande amor que lo ha impulsado en vida, la salvación, con la condición de que se someta a una nueva prueba, en Polonia, tierra de dolor y ex­piación, de la que su espíritu podrá salir purificado de todo estéril odio terreno e iluminado por la fe de Cristo. En este sen­tido el Iridión entra también en el cuadro de la poesía romántica mesiánica de Polo­nia; ateniéndose por un lado a la gran­deza del ideal patriótico, y condenando por otro lado el mal. pero sin idea de venganza, con la convicción de que mucho más que el odio, la sangre y las conspiraciones, sirve para la redención de los pueblos oprimidos el amor divino.

La idea fundamental del poema le fue sugerida al poeta por la visión de la misma Roma papal de sus tiempos, tan distinta de la imperial, y por su pa­triótico deseo de lanzar, por medio del ejemplo de Roma, una amonestación al po­deroso imperio ruso que oprimía a su pa­tria, acerca de la caducidad de todo poder terrenal. El cuadro de la decadencia de Roma tiene páginas particularmente suges­tivas. Trad. italiana de Clotilde Garosci (Roma, 1926).

E. Damiani