Lenta en su desarrollo antes del siglo XIX, la literatura rusa tuvo tardías sistematizaciones historicoestéticas de obras y de autores. No faltan, sin embargo, tentativas de biografías racionales ni antologías de escritores: por ejemplo, la selección de los «libros verdaderos y mentirosos» en el llamado Libro cirílico de 1644, el Ensayo de un vocabulario histórico de los escritores rusos de N. Nóvikov en 1772, y la Noticia sobre algunos escritores rusos publicada en 1768 en alemán, en Leipzig [Nachricht von einigen russischen Schriftstellern], y en 1771 y 1774 en francés en Liorna [Essai sur la littérature russe, contenant une liste de gens de lettres russes qui se sont distingués depuis le règne de Pierre le Grand]. Sobre el autor de esta última obra se ha discutido mucho, pero no hay duda de que fue un ruso. La duda podía surgir de que en dicho período varios alemanes se ocupaban de la literatura rusa, como A. L. Schlotzer y Jakob Stáhlin, en dos volúmenes de la Biblioteca rusa para el conocimiento del actual estado de la literatura en Rusia [Russische Bibliothek zur Kenntniss des gegenwártingen Zustandes der Literatur in Russland] (1772-1787). Entre fines del siglo XVIII y el tercer decenio del XIX, es decir, cuando empezaron a aparecer las primeras tentativas de historia literaria sistematizada, surgieron también otras selecciones de escritores y de obras: recordaremos entre las principales la de V. S. Sopikov publicada de 1813 a 1821 con el título Ensayo de bibliografía rusa, que, comprendiendo todas las obras impresas desde la invención de la imprenta hasta 1813, ofrecía un repertorio precioso también para la literatura; la de V. G. Anastasevič, catálogo de la biblioteca del editor y librero Smirdin, que, sin embargo, se dispersó más tarde; la de N. Karamzin y P. Beketov de 1801-1803, titulada Panteón de los autores rusos.
Prescindiendo de ensayos de menor importancia, la primera tentativa de exposición de la literatura rusa fué debida a N. Grec, Ensayo de breve historia de la literatura rusa, de 1822, que sirvió de base a la Historia de la literatura eslava según todos los idiomas [Geschichte der slavischen Literatur nach alien Mundarten], del gran filólogo checo Šafařík, publicada en 1826. En el decenio siguiente y en conformidad con los programas escolares, se publicaron varios manuales de historia literaria, pero fue más importante el impulso dado por algunas obras independientes como la Historia de la literatura rusa antigua de M. A. Maksimovich (1839), los Ensayos de literatura rusa de N. A. Polevoi (1839) y el Ensayo de historia de la literatura rusa de A. V. Nikitenko (1845), limitado este último a un primer volumen de introducción. De escaso valor intrínseco, estas tentativas de sistematización tuvieron cierta importancia porque reflejaron el cambio de orientación; es decir, no sólo se empezó a exponer hechos, sino a buscar el desarrollo interno y sus relaciones, cosa importante en un período en que perduraba la lucha entre Clasicismo (v.) (o pseudoclasicismo) y Romanticismo (v.) y empezaba a afirmarse el Realismo. Es romántico Polevoj en el sentido «popular-nacional» del movimiento, y lo es también Nikitenko en un sentido más estético, a lo Schlegel, sobre todo en lo que respecta a la historia literaria, pues es el primero que plantea el problema de su autonomía metodológica. Aun sin tratarse intencionadamente de una historia literaria, dio sobre ella dos ensayos notables Vissarion Grigorevič Belinskij (1811-1848), en dos momentos distintos de su carrera de crítico, en Fantasías literarias (1834) y en la serie de artículos sobre Pushkin (1846).
En éstos, Pushkin está presentado como el punto de llegada histórico de todo un desarrollo que, expuesto para explicar su vértice, se presenta en conjunto como una historia literaria propiamente dicha desde la mitad del siglo XVIII en adelante. La importancia de estos ensayos estaba sobre todo en que ponían fin, por decirlo así, al caos que hasta entonces existió en el campo crítico profesional, ya que las mejores afirmaciones historicoestéticas habían sido el resultado de las actitudes críticas de los artistas (por ejemplo, los poetas A. S. Pushkin y D. V. Venevítinov). Es interesante advertir aquí que el decenio que separó las Fantasías literarias de los ensayos sobre Pushkin constituyó para Belinskij un decenio de crisis teóricas, con el paso del schellinghismo al socialismo, pero la afirmación hecha en las Fantasías de que Rusia no tenía una literatura, encontraba confirmación en los artículos sobre Pushkin que hablaban de una literatura aún en sus inicios, pero con fenómenos grandiosos y diversísimos, como Pushkin y Gogol. Pero, si no había una literatura por lo menos hubo en Rusia grandes escritores, y la historia literaria de Belinskij tuvo como característica la puntualización de las grandes personalidades, desde Deržavin hasta Gogol, desde un punto de vista historicoestético. Naturalmente, aquello no podía satisfacer en el campo de los historiadores, porque si una literatura rusa, en el sentido de Belinskij, estaba todavía en formación, los fenómenos de la época que él llamaba primordial e inconsciente, anterior a Pedro el Grande, no carecían de importancia histórica— ni, como se vio más tarde, estética — y merecían ser destacados como parte de la evolución espiritual del pueblo ruso. Ello explica que se volviese pronto a las primeras tentativas de historiografía del siglo XVIII dedicadas a la literatura antigua y a la literatura popular en relación también con los estudios históricos e historico- jurídicos (las obras históricas de S. Solov’ëv, la obra de K. D. Kavelin y los trabajos de los eslavófilos).
Así fué como, a partir de 1840, se hicieron por una parte ensayos de historia literaria sistemática como el de A. P. Miljukóv sobre la Historia de la poesía rusa que de 1847 a 1864 tuvo tres ediciones, y el de S. P. Ševyrëv, Historia de la literatura rusa, predominantemente de la antigua, publicada en 1858-60 y casi inmediatamente traducida al italiano y publicada en Florencia en 1862; por otra parte los estudios de poesía popular de F.I. Buslaev: Ensayos históricos de literatura y arte rusa popular (1861) y Poesía popular, Ensayos históricos (1887) y de N. S. Tichonravov (1832-1893), editor de los siete volúmenes de Anales de la literatura rusa y de la antigüedad rusa y de numerosas obras antiguas, entre las cuales están las obras dramáticas rusas de fines del siglo XVII y principios del XVIII y de innumerables ensayos que, reunidos, forman una historia casi completa de la literatura rusa desde sus orígenes hasta finales del siglo XVIII, según el método llamado historicopositivo, seguido también por A. N. Pypin (1833-1904), a quien Rusia debió la primera gran Historia de la literatura rusa desde los orígenes hasta Gogol. Fue ésta la primera toma de posición sistemática de la crítica historicopositiva, que tuvo también en Rusia, en lo que respecta a la literatura, sus orígenes en Taine. Pypin empezó criticando, antes aún de escribir su historia de la literatura, la escuela llamada del «arte puro» en un artículo sobre el Ensayo de historia de la poesía rusa de Miljukóv. Pero es preciso recordar que, fuera de los límites de la historia literaria en sentido específico, el positivismo literario se había desarrollado en la crítica: Pypin desarrolló, por decirlo así, sus ideas en el examen de la actividad de los críticos y no sólo de la de Belinskij, sobre el que escribió una amplia monografía, sino también de Černyševsky y Dobroljubov, dando a su propia tendencia criticohistórica un tono liberal frente al democraticorrevolucionario de los dos críticos estudiados.
No menos importante, desde el punto de vista historicoliterario, por la tendencia de Pypin, fueron por ello sus trabajos Características de las opiniones literarias de 1820 a 1860, El movimiento social en Rusia bajo Alejandro I y la Historia de la etnografía rusa. El método historicopositivo de Pypin y Tichonravov estaba destinado a mantenerse por largo tiempo en la historiografía literaria rusa; hay, sin embargo, que señalar que él no fue el único y que 2I examen de las diversas historias de la literatura que, especialmente en forma de manuales, vieron la luz entre 1860 y el fin de siglo, revela muchos otros. Por su número y espíritu, estos manuales fueron una característica de la segunda mitad del siglo. Recordamos los mejores: Historia de la literatura rusa antigua y moderna (1863-1868) de A. D. Galachov, perteneciente a la escuela estética, y por ello blanco de los ataques de Tichonravov; Historia de la literatura rusa (1886-1891) de I. Ja. Porfiriev, de espíritu conservador religioso, en especial una magnífica recopilación de materiales, especialmente en el campo de los apócrifos, de los versos espirituales populares y de las leyendas; las dos obras de P. N. Polevoy, la primera de 1871, Historia de la literatura rusa en ensayos y biografías, la segunda del 1900, Historia de la literatura rusa de los tiempos más antiguos hasta nuestros días, fruto tardío, sobre todo esta última, de la escuela historicopositivista o historico- cultural, con carácter más divulgador que científico, junto a obras de más elevado tono científico, pero incompletas, como las dos de P. V. Vladimirov, Introducción a la historia de la literatura rusa, de 1896, y La antigua literatura rusa del período de Kiev de los siglos X y XIII, de 1901. En el mismo período (fines del siglo XIX y principios del XX) por razones contingentes, ensayos de compendios historicoliterarios fueron dados por los rusos en el extranjero: por ejemplo, las lecciones que el príncipe Sergej Volkonskij dio en Chicago en 1896 y las que el príncipe anarquista Petr Kropotkin pronunció en Boston en 1902. Por otra parte, había empezado ya la publicación de Historias de la literatura rusa por obra de extranjeros, como la de A. von Reinholt [Geschichte der russischen Literatur von ihren Anfängen bis auf die neueste Zeit], de 1886, de orientación historicoinformativa.
Esta orientación, por otra parte, fue característica de casi todas las obras del género, de modo que la historia de la literatura rusa, desde un punto de vista criticoexegético. había que buscarla, a fines del siglo XIX, en el curso de la misma tal como se había reflejado en la crítica, especialmente después de Belinskij. Entre las dos corrientes principales que fueron dibujándose, la preponderantemente estética y la primordialmente social, fue esta última la que dominó, no siempre, sin embargo, según las concepciones de la función social de la literatura representada por Belinskij. De la función social de la literatura fueron intérpretes V. N. Majkov (1823-1847) y Apollón Grigoriev (1822- 1864), pero ambos como adversarios de Belinskij. El primero pudo dar sólo pocos ensayos de su concepción de la historia literaria como historia de la sociedad en formas artisticoliterarias, pero el segundo en sus numerosos estudios, ya de carácter general como Las bases de la crítica orgánica, El desarrollo de la idea de nacionalidad en la literatura rusa posterior a Pushkin, Realismo e idealismo en la literatura rusa, Ojeada a la literatura rusa desde la muerte de Pushkin, La literatura rusa a mediados del siglo XIX, ya de carácter especial sobre Lermontov, Gogol, Nekrasov, el primer Tolstoi y, especialmente, sobre Ostrovskij, dio una historia propiamente dicha de un largo período, basada en una concepción original, conservadora a los ojos de los revolucionarios radicales por sus raíces en la vida del pasado y su negativa de ver en el arte sólo un siervo de la vida, pero aceptable universalmente por su demostración de que los artistas reflejan lo que es la vida, es decir, lo que forma la atmósfera de la época, deteniendo los varios momentos del continuo fluir de la vida en formas eternas.
Pero la lucha social y política de la época era, a mitad del siglo, y siguió siéndolo a continuación, demasiado áspera para que dichas concepciones pudiesen satisfacer, y los críticos que dieron mayor material exegético desde el punto de vista social para una historia de la literatura fueron los críticos radicales, un N. G. Černyševskij (1828-1889), un N. A. Dobroljubov (1836-1861) y un D. I. Pisarev (1840- 1868), el primero seguidor de Feuerbach en la enunciación de los principios de su crítica en Relación estética entre el arte y la realidad, donde, como por otra parte en los ensayos que siguieron, la finalidad del arte estaba indicada como reproducción de la vida, pero con inclusión en esta reproducción de un juicio sobre los fenómenos, principio posteriormente desarrollado por N. A. Dobroljubov, cuya crítica, partiendo del principio que la literatura está al servicio de la sociedad, acabó por ser una serie de ensayos «a propósito de…», es decir, a propósito de los problemas sociales planteados por las obras artísticas, por ejemplo, por una novela de Turguenev o de Gončarov o por un drama de Ostrovskij; y, por fin, llevado a sus últimas consecuencias que pudiéramos llamar de autonegación por Pisarev, de modo que la crítica acababa siendo iconoclasta y propagandista a la vez. Sea como sea, dicha crítica contribuyó a la formación de la historia de la literatura rusa de modo relevante, determinando la fisonomía genéricamente «positivista» que ya conocemos y que no resultó negadora de valores estéticos, pese a La destrucción de la estética de Pisarev y sus artículos negativos respecto a Pushkin.
También el «populismo» fue positivista, pero supo valorar justamente los problemas estéticos y si un P. L. Lavróv (1823-1900) prefirió, cuando le era preciso elegir, la ideología a la forma, ello no le impidió ponerse siempre en guardia contra la confusión entre finalidades artísticas y finalidades publicitarias ni preferir estéticamente Pushkin a Nekrasov ni insistir sobre la unidad de la «forma elegante» y del «significado interno». Tuvo mucho en común con Lavróv, N. K. Michajlovskij (1842-1904), que se ocupó más que aquél de problemas literarios, declarándose desde el principio discípulo de Černyševskij y Dobroljubov y contrario a los excesos de Pisarev, pero luego, en la aplicación historicocrítica del principio que el artista debe, no sólo reproducir la realidad, sino dar una valoración desde el punto de vista de los propios ideales, desterró una concepción propia de la acción del arte sobre los sentimientos. De las ideas de Lavróv y de Michajlovskij partió A. M. Skabičevskij al escribir su Historia de la literatura rusa moderna, de 1893, durante muchos años uno de los compendios más difundidos en Rusia. También se difundieron muchísimo los ensayos de A. I. Kirpičnikov (1845-1903), uno dedicado a la literatura de la Edad Media rusa, en 1869, y el otro a los principales escritores de la segunda mitad del siglo XIX reunidos para dar la fisonomía de la época. Kirpičnikov fue un comparador de erudición excepcional puesta al servicio de un método introductivo-comparativo, aplicado también por él a la continuación de una gran Historia de la literatura universal empezada por N. F. Kŏrs y otros estudiosos de la época. De ideas liberales, representó la tendencia europeo occidental en la historia de la literatura a fines del siglo, que por otra parte fue la de todos los epígonos del populismo: entre otros de E. A. Solov’ëv Andreevič (1866-1905), autor de Ensayos de historia de la literatura rusa del siglo XIX, de 1902, en contraposición con la corriente no sólo conservadora, sino reaccionaria, que encontró su representante en N. A. Engelgardt (n. 1866), autor de una Historia de la literatura rusa del siglo XIX (1902-1903), superficial y tendenciosa en los juicios, pero bastante útil para la búsqueda de informaciones y bibliografía.
A la tendenciosidad de tales obras se opusieron muy pronto, entre 1908 y 1916, cuatro grandes obras colectivas, por iniciativa de la casa editora «Mir» y de varios grupos de estudiosos. La primera fue la Historia de la literatura rusa a cargo de E. V. Aničkov, A. K. Borozdin y D. N. Ovsjániko-Kulikovskij, de la que se publicaron dos volúmenes, uno dedicado por entero a la literatura popular y otro a la historia de la literatura escrita desde sus orígenes hasta el final del siglo XVIII (ambos ricamente ilustrados). La segunda fue la Historia de la literatura rusa del siglo XIX, a cargo de D. N. Ovsjániko-Kulikovskij, A. E. Gruzinskij y P. N. Sakulin, en cinco volúmenes. La estructura de esta obra es particularmente notable: los fenómenos literarios están expuestos en relación con los fenómenos sociales. Con dicho fin, la exposición está dividida en dos partes: una dedicada a las relaciones socialpolíticas, con cuatro ensayos históricos sobre las diversas épocas en que el siglo está dividido y, en dependencia con ellos, otros ensayos sobre las corrientes espirituales de determinada época (tendencias filosóficas, ideas sociales, ideologías) y sobre las corrientes y escuelas literarias; otra, dedicada a los escritores tratados singularmente. en la mayoría de casos por especialistas. La tercera obra fue la Historia de la literatura rusa del siglo XX (1890- 1910), a cargo de S. A. Vengerov, también dividida en dos partes: la primera, dedicada a la llamada «Revalorización de todos los valores»; la segunda, a cada uno de los principales autores del período. Preciosas son, tanto en ésta como en la precedente obra, las bibliografías, que nos demuestran el importante trabajo de la crítica rusa tanto en torno a los escritos singulares como en torno a movimientos y corrientes.
La cuarta de estas grandes obras colectivas fue una vuelta a la Historia de la literatura rusa hasta el siglo XIX a cargo de Cružinskij, uno de los especialistas que habían colaborado con Ovsjániko-Kulikovskij en la preparación de la dedicada al siglo XIX. Sólo conocemos, sin embargo, el primer volumen publicado en 1916 y creemos que puede considerarse que la publicación se detuvo en él. En este primer volumen dedicado a La literatura anterior a Pedro el Grande, es decir, hasta fines del siglo XVII, encontramos los nombres de los mejores especialistas en la materia en aquella época; sólo recordaremos los más específicamente historiadores de la literatura y del idioma ruso antiguo: M. N. Speranskij, A. A. Šachmatov, A. S. Archangelskij, A. S. Orlóv. Del primero tuvo ya antes de la revolución y en los primeros años después de ella, amplia fama la Historia de la literatura rusa antigua, curso pronunciado en la Universidad de Moscú (tercera ed., Moscú, 1921); del segundo, lingüista de fama mundial, hay que recordar el Ensayo sobre el período más antiguo de la historia de la lengua rusa, de 1915, y el Ensayo sobre la lengua literaria rusa contemporánea (cursos universitarios, publicados después de su muerte, en 1925); del tercero, las tres obras fundamentales: La literatura de la Rusia premongólica, de 1903; El teatro de la Rusia anterior a Pedro el Grande, de 1884, y Cultura y literatura en el estado moscovita; del cuarto, en fin, el mayor de los discípulos de Tichonravov, los numerosos trabajos sobre cuentos antiguos, sobre la Administración de la casa (v.). sobre el Canto de Igor (v.), etc., que reunidos forman una de las más interesantes historias de la literatura rusa que el autor llama «medieval» en lugar de «antigua» en el conjunto comparativo que sirve de base a la mayoría de sus obras. Los estudios de literatura antigua y medieval estuvieron en gran auge en el período anterior a la revolución: la obra fundamental del período fue la de V. A. Keltujala, Curso de historia de la literatura rusa desde sus orígenes hasta el siglo XVIII, cuya primera parte, dedicada a la literatura antigua, apareció en 1906 (segunda ed. en 1913) y la segunda en 1911.
Marxista en sus principios, Keltujala no disfrutó, sin embargo, del favor de la crítica marxista, que le reprochó sus incertidumbres metodológicas. Pero estas in- certidumbres fueron patrimonio común de todos los historiadores de la literatura rusa, incluso después de la revolución, y se reprocharon titubeos incluso a V. M. Istrin, un seguidor de Tichonravov, que de sus numerosísimos trabajos especializados llevados a cabo entre 1893 y 1906 sacó en 1922 el Ensayo de la literatura antigua rusa del período premoscovita (siglos XII-XIII), y a N. K. Gudzij, iniciador de un método historicofilológico que está en la base, además de otros trabajos, de una Historia de la literatura rusa antigua que es de las mejores entre las recientes (tercera ed., 1945). Los estudiosos de la literatura rusa antigua deben también a Gudzij un precioso compendio bibliográfico al que recurrir para los trabajos más recientes: Die altrussische Literaturgeschichte in den Jahren 1914-1926 en «Zeitschrift für slavische Philologie», 1928, V. 1-2. Como hemos hecho con el período precedente, después de haber recordado las principales historias de la literatura, hemos de señalar ahora los trabajos críticos e históricos dedicados a movimientos literarios o a escritores, que, en su conjunto, sirven de preparación a los grandes tratados históricos. Hemos de referirnos inevitablemente a los repertorios bibliográficos, limitándonos a señalar solamente algunas de las obras de carácter más específicamente historicoliterario. Así, los diversos trabajos de V. N. Peretc, publicados de 1900 a 1930, sobre la historia del teatro ruso y ucraniano antiguo, las investigaciones, acompañadas de ediciones de materiales sobre la antigua literatura rusa y ucraniana de los siglos XVI-XVIII y especialmente los ensayos sobre la historia del estilo poético en Rusia.
Así, las dos grandes empresas de S. A. Vengerov, que han quedado, sin embargo, en los inicios, El diccionario criticobiográfico de los escritores y científicos rusos (de los inicios de la cultura rusa hasta nuestros días), del que fueron publicados, entre 1889 y 1897 cinco volúmenes que comprenden incompletas las tres primeras letras del alfabeto ruso: A, B, V, y varios materiales, y Las fuentes del Diccionario de los escritores rusos, obra de la que se publicó, en 1900, el primer volumen, de Aaron a Gogol. Vengerov fue una de las mayores figuras en el campo historicoliterario entre 1880 y 1920; además de las dos obras citadas hay que recordar muchos trabajos críticos suyos (entre- otros, sobre Belinskij, Goncarov, Gogol) reunidos en Ensayos sobre la historia de la literatura rusa más reciente, de 1897, y una famosísima profesión de fe sobre El carácter heroico de la literatura rusa, de 1911. La actividad de los historiadores de la literatura en Rusia ha sido siempre muy amplia en el campo de los estudios particulares y metodológicos, como los de A. N. Veselovskij y A. A. Potebnja, con los que puede relacionarse la escuela llamada «formalista», que en el primer decenio después de la revolución emprendió una revisión total de la historia de la literatura rusa, pero hubo de interrumpirla por no ser ortodoxa en el cuadro de la crítica literaria marxista. (Sobre este movimiento son importantes los siguientes compendios bibliográficos y exámenes sintéticos: V. Žirmunskij, Formprobleme in der russischen Literaturwissenschaft, en «Zeitschrift für slavische Philologie», 1925; I. y B. Tomasevskij, La nouvelle école d’histoire littéraire en Russie, en «Revue des études slaves», VIII, 3-4, 1928.
El movimiento formalista no estuvo ligado directamente, como pudiera creerse, a corrientes críticas neorrománticas; éstas no habían faltado, sin embargo, en Rusia, en relación con el desarrollo de corrientes decadentes y simbolistas que se opusieron, en el período 1893- 1910 aproximadamente, a la afirmación de un realismo cada vez más social con la correspondiente acentuación de la crítica de contenido marxista, aunque no siempre ortodoxa. Por una parte, la pléyade de poetas decadentes y simbolistas, K. D. Balmont, A. Belyj, V. la. Brjusov, V. I. Ivanov, D. S. Merežkovskij, que teorizó su arte en estudios críticos e ideológicos sin los cuales no es posible una historia de la literatura rusa contemporánea; por otra, un V. L. Lvov-Rogačevskij, un A. V. Lunacarskij, un V. V. Vorovskij, un P. S. Kogan que, con mayor o menor adherencia a los principios, crearon la crítica literaria marxista, procediendo incluso uno de ellos, Lvov-Rogácevskij, a la recopilación, en los principios de la revolución, de una primera Historia de la literatura rusa marxista, mientras por aquellos mismos años un representante de la corriente socialista revolucionaria antibolchevique, R. V. Ivanov-Razumnik, ya popularísimo desde 1906 por una Historia del pensamiento social, ruso que era más bien una interpretación literaria del pensamiento social, la volvía a publicar como Historia de la literatura rusa, insistiendo en el carácter individualista de la creación literaria, cosa que ya había hecho, pero recalcando el carácter meta- físico de su idealismo individualista. A. L. Volynskij, en sus artículos contra Belinskij y los críticos radicales del «Sesenta», así como en su apología de Dostoyevski. Más que en ninguna otra literatura, historia y crítica literaria se han desarrollado en Rusia en estrecho contacto entre sí; esto se vio incluso después de la revolución, cuando, con ocasión del primer decenio, después a los veinte años, y luego, a los cuarenta de la revolución, se ha dado repetidamente, a la crítica literaria nacida y desarrollada en la revolución, forma de recapitulación histórica.
En estos cuarenta años se ha revisado en grandes cuadros de conjunto la literatura pasada y, con las necesarias reservas sobre el espíritu que las mueve, hay que reconocer el gran mérito de las recientes historia literarias de P. N. Sakulin, La literatura rusa. Compendio sociológico y sintético de los estilos literarios, de 1928, interrumpido, sin embargo, en Pushkin; de G. A. Gukovskij, La literatura rusa del siglo XVIII, de 1939; de D. D. Blagoj, Historia de la literatura rusa en el siglo XVIII, de 1946; de A. G. Cejtlin, La literatura rusa de la primera mitad del siglo XIX, de 1940. De una gran obra colectiva, por iniciativa y a cargo de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S., sólo tenemos noticias, pero de su riqueza de resultados científicos así como de su orientación no podemos dudar, dado el carácter ya conocido por nosotros de la actividad de muchos de sus colaboradores. Conocerla servirá también a los extranjeros, aunque en Occidente no faltan obras recientes dignas de relieve, no sólo de carácter historicoinformativo, sino exegeticocrítico, obra de rusos o de europeos. Sólo recordaremos las principales: en alemania, la de P. N. Sakulin, Die russische Literatur, en «Handbuch der Literaturwissenschaft», 1927; en Francia, la de M. Hofman, Histoire de la littérature russe depuis les origines jusqu’à nos jours, 1934; y la de V. Pozner, Panorama de la littérature russe contemporaine, de 1924; en Inglaterra y en América las de D. S. Mirsky: A History of Russian Literature, 1926, y Contemporary Russian Literature, 1926, y de G. Struve, Soviet Russian Literature, 1935; en Italia las de E. Lo Gatto, Storia della letteratura russa, en 7 volúmenes, aún no acabada, 1927-1944, y Storia della letteratura russa, en un vol., 4.a ed., 1948. [En España, el primer libro consagrado por entero al estudio de las letras rusas es el de la gran escritora gallega doña Emilia Pardo Bazán titulado La revolución y la novela en Rusia (Madrid, s. a.); pero la única historia de la literatura rusa escrita en español es la del escritor, ruso de nacimiento y argentino de adopción, Pablo Schostakovsky, autor de una excelente Historia de la Literatura Rusa. Desde los orígenes hasta nuestros días (Buenos Aires, 1945).
Existe traducción, además, de dos excelentes manuales extranjeros sobre el tema: la Historia de la literatura rusa del alemán Alexander Brückner, traducción del crítico catalán Manuel de Montoliu (Barcelona, 1929) y la Historia de la Literatura Rusa del eslavófilo italiano Ettore Lo Gatto, traducción, notas y bibliografía española por E. P. de las Heras (Barcelona, 1952)].
E. Lo Gatto