Tragedia en cinco actos en verso y en prosa de William Shakespeare (1564-1616), escrita y estrenada en torno a 1600-1601 y que ha llegado a nosotros en varias redacciones: el «en cuarto» de 1603, o primer «en cuarto»; el «en cuarto» de 1604, o segundo «en cuarto»; el «infolio» de 1623; el segundo «en cuarto» representaría el texto original del drama, del cual derivarían los otros textos en mayor o menor medida.
La historia de Hamlet (v.) es narrada por Saxo Grammaticus en la Gesta de los daneses (v. libros III y IV, caps. 86-106) (principios del siglo XIII); llegó a Shakespeare a través de las Histoires Tragiques de F. de Belleforest y de un drama perdido, que probablemente apareció en la escena en 1587 ó 1589. Hay algunas divergencias importantes entre la narración de Belleforest y el drama shakespeariano: en el relato del francés, Hamlet sabe desde el principio cómo murió su padre, por lo cual su fingida locura tiene una magnífica justificación; por otra parte, no muere en el cumplimiento de su venganza y es capaz de obrar enérgicamente en el momento preciso. Cabe imaginar que algunos de los elementos nuevos fuesen introducidos por la tragedia preshakespeariana, designada por los críticos, con prefijo alemán, Ur-Hamlet, o sea, «Hamlet primitivo»: así la muerte del protagonista, el espectro del padre, la escena del drama dentro del drama y el duelo final con Laertes, elementos que hacen pensar en Thomas Kyd (1558-1594) como autor. Probablemente en la tragedia preshakespeariana Hamlet era un vengador agresivo, pero al readaptar a la escena la antigua tragedia, Shakespeare dio al protagonista el carácter melancólico, que se puso de moda a principios del siglo XVII, para justificar el retraso de la venganza; así el centro del drama se trasladaba de las intrigas de Claudio a las reacciones en el ánimo del «melancólico» y pesimista Hamlet.
En la tragedia de Shakespeare, el rey de Dinamarca ha sido asesinado por su hermano Claudio [Claudius], que ha usurpado el trono y se ha casado, sin respetar las costumbres, con la viuda del muerto, Gertrudis [Gertrude]. El espectro del padre aparece a Hamlet en la muralla del castillo de Elsinore, refiere las circunstancias del delito y pide venganza. Hamlet promete obedecer, pero su naturaleza melancólica le hace irresoluto y Je obliga a diferir la acción; en tanto se finge loco para evitar la sospecha de que amenace la vida del rey. Se cree que ha turbado su mente el amor de Ofelia (v.) [Ophelia], hija del chambelán Polonio (v.) [Polonius], que cortejó al principio y ahora trata cruelmente. Hamlet comprueba el relato del espectro, haciendo representar ante el rey un drama (el asesinato de Gonzago), que reproduce las circunstancias del delito, y el rey no sabe dominar su agitación. En una escena en que Hamlet clama contra su madre, suponiendo que el rey está escuchando detrás de una cortina, saca la espada, pero mata en cambio a Polonio. El rey, decidido a hacer desaparecer a Hamlet, le envía a Inglaterra con Hosencrantz y Guildenstern, pero los piratas capturan a Hamlet y lo devuelven a Dinamarca. A su llegada encuentra que Ofelia, loca de dolor, se ha ahogado. El hermano de la muchacha, Laertes, ha vuelto para vengar la muerte de su padre Polonio. El rey, aparentemente, quiere apaciguarlos e induce a Hamlet y a Laertes a rivalizar, no en un duelo, sino en una partida de armas que selle el perdón; pero a Laertes le dan una espada con punta y envenenada. Hamlet es traspasado, pero antes de morir hiere mortalmente a Laertes y mata al rey, mientras Gertrudis bebe la copa envenenada destinada al hijo. El drama concluye con la llegada del puro Fortinbrás, príncipe de Noruega, que se convierte en soberano del reino.
Entre las escenas famosas, figuran la del monólogo de Hamlet (acto III, esc. 1) que empieza con el célebre verso «Ser o no ser, he aquí el problema» («To be or not to be: that is the question»), la del cementerio, donde Hamlet hace consideraciones sobre la cabeza de Yorick, bufón del rey; muchos son los versos citados corrientemente, por ejemplo: «Algo está corrompido en el Estado de Dinamarca» (I, 4: «Something is rotten in the State of Denmark»); «El mundo está fuera de quicio» (I, 5: «The time is out of joint»); «Palabras, palabras, palabras…» (II, 2: «Words, words, words…»); «Aunque ésta sea locura, sin embargo hay un método en ella» (II, 2: «Though this be madness, yet there is method in’t»); «Nada es bueno ni malo, pero el pensamiento lo convierte en tal» (II, 2: «There is nothing either good or bad, but thinking makes it so»); « ¡Qué obra maestra es el hombre!» (II, 2: «What a piece of work is a man!»); «Era caviar para el vulgo» (II, 2: «Twas caviare to the general»); «¿Qué es Hécuba para él, o él para Hécuba, que así tenga que llorar por ella?» (II, 2: «What’s Hecuba to him, or he to Hecuba, That he should weep for her?»); «Vete a un convento» (III, 1: «Get thee to a nunnery»); «Tal divinidad circunda a un rey» (IV, 5: «There’s such divinity doth hedge a king»); «El César Imperial, muerto y convertido en arcilla, podría llenar un agujero para parar el viento» (V, 1: «Imperious Caesar, dead and turn’d to clay, Might stop a hole to keep the wind away»); «Lo demás es silencio» (V. 2: «The rest is silence»); y muchísimos otros.
El juicio sobre Hamlet, en la mayoría de los críticos, se reduce a un juicio sobre el carácter del protagonista, expresamente concebido como viviendo una vida suya y externa al drama. En dicho punto de vista, han sido seguidos los críticos por los autores que sacrifican al personaje de Hamlet todo el conjunto del drama, cortando sin preocupación, al representarlo, escenas consideradas, desde dicho punto de vista, como secundarias. Pero el juicio sobre Hamlet es extraordinariamente complicado debido a una serie de problemas que no son divagaciones ociosas: ¿por qué, por ejemplo, Claudio no interrumpe el drama de Gonzago que reproduce las circunstancias de su delito, a la sola vista de la pantomima que precede a la declamación de los actores? ¿Por qué Hamlet emplea persistentemente para con Ofelia, un lenguaje obsceno e insultante? A tales preguntas, los críticos que se sitúan en un punto de vista estrictamente histórico responden alegando las frecuentes incongruencias de los dramas de la época: Granville-Barker llega a decir que «la intriga como tal intriga, está desarrollada con escandalosa incompetencia»; otros críticos sostienen que gran parte del desarrollo se ha perdido y que el verdadero problema de Hamlet consistiría en tratar de reconstruirlo. No es posible dar aquí más que una indicación sobre problemas cuya discusión forma una vasta literatura; basta decir, por ejemplo, que la actitud de Hamlet hacia Ofelia, mientras es explicada por los críticos psicológicos como el resultado de la náusea sexual provocada en el príncipe por la conducta materna, viene relacionada por los críticos históricos con la intervención de Ofelia en el drama original, donde, como en el relato de Belleforest, no sería más que un instrumento del tío de Hamlet para seducir al príncipe.
Y el lenguaje que Hamlet emplea con ella es precisamente el que adoptaría hacia dicho instrumento, aunque Ofelia no sea tal cosa en el drama de Shakespeare; pero Hamlet podía imaginar que lo fuese, de haber oído las palabras de Polonio al rey en la segunda escena del segundo acto, verso 162 y sig.: «At such a time I’ll loose my daughter to him» («En ese momento le soltaré a mi hija»), donde «loose» no sólo implica que Polonio, que hasta entonces ha prohibido a Ofelia que se comunique con Hamlet, la dejará en libertad, sino que contiene una alusión al ayuntamiento de caballos y reses (para lo cual los isabelinos empleaban dicho verbo). Cierto que Hamlet, más adelante (v. 174), llama a Polonio «a fishmonger» (pescadero), epíteto que se daba a los rufianes, y compara a su hija con un «carrion flesh» (carroña, pero también, en jerga isabelina, prostituta). Hay, pues, que imaginar, para explicar la actitud de Hamlet hacia Ofelia, que interpretase siniestramente su conducta, a la luz de la frase de Polonio, sorprendida por él; se deduce, pues, como dice Dover Wilson, de quien hemos sacado esta argumentación, que hay que colocar en dicha escena (después de las palabras «Here in the lobby») la anotación «entra Hamlet», situada nueve versos más abajo.
Nota central de la tragedia es ciertamente la de la frase (III, 1, 85): «The native hue of resolution Is sicklied o’er with the palé cast of thought» («El color natural de la resolución se enferma con el pálido tinte del pensamiento»); con Hamlet, que encarna esa actitud que ha sido definida como una enfermedad de la voluntad, contrastan For- tinbrás y Laertes, hombres de acción. Las alternativas de frenesí y de aparente apatía del carácter central señalan el ritmo de toda la tragedia, ritmo dijérase febril, con sus paroxismos y sus languideces, que da al drama su fascinación indistinta, tan difícil de analizar, pero siempre intuida por el auditorio, incluso en las reducciones y deformaciones que han sufrido las citadas escenas. [La primera versión castellana del Hamlet es la de don Ramón de la Cruz, basada en la reducción francesa de Ducis, estrenada con escaso éxito en Madrid, en 1772. La primera traducción directa es la de Leandro Fernández de Moratín, que bajo el pseudónimo arcádico de Inarco Celenio publica el Hamleto en Madrid, 1798. Sucesivamente aparecen la de G. Macpherson (Madrid, 1899); J. Roviralta y Borrell (Barcelona, 1905); G. Martínez Sierra (Madrid, 1918) y L. Astrana Marín (Madrid, 1922), que es la más divulgada y reciente]. M. Praz
Obra vulgar y bárbara, dijérase el fruto de la imaginación de un salvaje ebrio. (Voltaire)
Shakespeare es un hombre grosero y bárbaro . (Shaf tesbury)
He tratado últimamente de leer a Shakespeare y lo he encontrado tan intolerablemente aburrido que me ha hecho sentir náuseas. (Darwin) Shakespeare, el hombre que ha creado más, después de Dios. (Dumas, padre) El drama de un ignorante. (Tolstoi) Así como en Rembrandt la luz no es habilidad pictórica, así en Hamlet no hay puro reflejo del pensador, sino la mismísima fuerza vital creadora y aniquiladora. (Gundolf)
Shakespeare significa un acontecimiento cósmico. (E. d’Ors)
Si Hamlet lloviese desnudo del cielo sin su largo cortejo de admiradores, los críticos se burlarían, no sin apariencia de razón. No se encontraría evidentemente ni un hombre de gusto para aceptar la obra tal como es. (Alain)
Las expresiones de Shakespeare nos aparecen como aquellas de las que se servían los grandes objetos de la naturaleza: una montaña, un ventisquero, si consintieran en expresarse. (Du Bos)
Debemos admitir que Shakespeare afrontó un problema que resultó ser demasiado grande para él; por qué le tentó, es un enigma insoluble; con motivo de qué experiencia intentó expresar lo inexpresablemente horrible, no lo podremos saber jamás. (E. Jaloux)
* En Francia, Jean-François Ducis (1733- 1816) refundió en 1769 la tragedia de Shakespeare; su Hamlet, tragedia en cinco actos, es una pedestre reducción de la obra maestra shakespeariana, que resulta singularmente empobrecida y despojada de casi toda su sugestión dramática. Suele citarse únicamente como testimonio de la introducción del teatro de Shakespeare en Francia, donde Ducis fue el primer vulgarizados la obra de Ducis tuvo una traducción al español, en verso, de Ramón de la Cruz Cano (1731-1794).
* También Dumas padre (1803-1870) compuso un Hamlet, imitación del de Shakespeare, en cinco actos, y estrenado en 1848. Dumas sigue bastante fielmente el modelo inglés, incluso haciendo de Hamlet una especie de hermano de Antony (v.), pero sin conseguir una obra de gran valor artístico.
* La primera ópera compuesta sobre el asunto shakespeariano es el Amleto de Domenico Scarlatti (1685-1757), basada en un libreto de Zeno y Pariati, estrenada en Roma el año 1715, ópera que, aun revelando rasgos geniales, no desvela aún la personalidad que el gran clavecinista pone de manifiesto en sus Sonatas (v.). Sucesivamente y con el título de Hamlet, se recuerdan: una ópera de Francesco Gasparini (1668- 1727), discípulo de Corelli, Roma, 1705; una ópera de Luigi Caruso (1754-1822), Florencia, 1790; una obertura y los intermedios para la tragedia de Shakespeare de Georg Joseph Vogler (1749-1814), discípulo del padre Martini; un Amleto de Giuseppe Severio Mercadante (1795-1870), de una pobreza musical desconcertante, como la mayoría de las obras compuestas por el fecundo músico napolitano. También las óperas de Franco Faccio (1840-1891), Amleto, sobre libreto de A. Boito, estrenada en Milán en 1871, y de Ambroise Thomas (1811- 1896), Hamlet, sobre libreto de Carré y Barbier, estrenada en París, en 1868; la primera constituyó un fracaso y la segunda un éxito, si bien ambas no alcanzan particular relieve, debido a la mediocridad de su factura. Hay que recordar, en fin, la Escena de la sombra de Hamlet [Scène de Vombre d’Hamlet], de Héctor Berlioz (1803-1869), compuesta en 1848; el poema sinfònico de Gabriel Pierné (n. 1863); la obertura y las músicas escénicas para la tragedia shakespeariana op. 67 de Peter Chaikovski (1840-1893), compuestas respectivamente en 1888 y 1891; el poema sinfónico de Guido Pannain (n. 1891) y las músicas escénicas de Norman O’Neill (n. 1875) entre las numerosas compuestas en el siglo XIX por Zumsteeg, Tiesfen, Macfarren, Mathias, Taneev, Joachim Ratt, etc.
* Numerosas son las obras pictóricas inspiradas por Hamlet; entre las más importantes: Hamlet y Horacio y Ofelia de E. Delacroix (1798-1863), la litografía del mismo, Hamlet contempla el cráneo de Yorick; Ofelia y Laertes de Giuseppe Bertini (1825- 1898); Hamlet y Ofelia, acuarela de Dante Gabriele Rossetti (1828-1882); Ofelia de J. E. Millais (1829-1896).