Flush, Virginia Woolf

Novela inglesa de Virginia Woolf (1882-1941), publicada en 1933. Flush es un perro, el célebre «cocker spaniel» de Elizabeth Barrett Browning, del cual la poe­tisa nos ha dejado noticia en dos poesías y en muchas cartas, y Virginia Woolf nos narra su historia con fidelidad biográfica, a partir de su nacimiento en el año 1842, en Three Miles -Cross, en los alrededores de Londres. Su ama, la señorita Mitford, no tenía nada de rica, y Flush, de raza pu­rísima, valía mucho; pero ella lo regaló a su amiga, miss Barrett, la poetisa enfer­ma, y en seguida se estableció entre la mujer y el perro algo parecido a una ex­traña semejanza: «mutuamente separados y, no obstante, hechos en el mismo molde, tal vez cada uno completaba lo que en el otro estaba latente». Flush se instaló sobre la manta, a los pies de Elizabeth y se convir­tió en su compañero inseparable. Lenta­mente iba perdiendo sus más austeras y combativas virtudes para refinar y educar sus dotes de humana simpatía, mientras Elizabeth, por su parte, buscando en él compensación a tantas cosas como le ha­bían sido negadas, se vanagloriaba a veces de descubrir en su afilado hocico el rostro de Pan. Pero en 1845, en la vida de miss Barrett se presentó un elemento nuevo: el poeta Robert Browning, que muy pronto pareció llevarle consigo a un mundo dis­tinto, lejos de Flush, que experimentó un sentimiento de soledad como si entre él y su ama se hubiese creado «un desierto de tétricas lejanías».

Nació en él y se desarro­lló un odio intenso hacia el intruso, unos celos violentísimos contra el poeta: dos ve­ces se arrojó sobre él, deseoso de matarle; pero al ver que era imposible, decidió, des­pués de una larga lucha interior, vencer su odio y transformarlo en amor, haciendo suyas las esperanzas, los deseos y los sue­ños de los dos enamorados. Luego — después de un terrible incidente, en el curso del cual Flush, robado por un ladrón de perros, fue encerrado en una horrible casucha y salvado solamente gracias al valor de su ama, que osó penetrar en el barrio de mala fama llamado Whitechapel—, todo cambió radicalmente. Casada con Browning, Elizabeth se fue con él a Italia, y mientras re­vivía bajo el cielo de Florencia lejos de la niebla londinense y de la tiranía paterna, también Flush conoció una nueva vida en las calles luminosas de la ciudad, en las claras habitaciones de la Casa Guidi; se liberó de los prejuicios aristocráticos, re­conociendo a todos los perros como a sus hermanos y, sintiendo la imperiosa llamada de Venus, la siguió jubilosamente de cual­quier sitio que en alas del viento le llegase. Otra crisis tuvo que superar cuando nació el hijo de Elizabeth, por quien sintió al principio una honda aversión, que venció, haciéndose pronto su mejor amigo. Flush se había convertido ya en un perro viejo y lleno de cordura que pasaba sus días vaga­bundeando por las calles de Florencia, has­ta que un día, despertándose de un largo sueño a la sombra de una canasta de pe­pinos, corrió a casa preso de un terror desconocido y saltando encima del diván de su ama expiró, sintiendo una vez más, de una manera fortísima, la afinidad que tan firmemente le había vinculado a ella.

La biografía de Flush no es, evidentemente, más que un pretexto para narrar, desde un punto de vista original e insólito, la vida de la Barrett Browning; en el paralelismo (que en manos menos hábiles habría podi­do caer fácilmente en lo grotesco) entre las experiencias del perro y las de la poe­tisa, donde se reflejan ambientes y cos­tumbres de la época, la autora revela su excepcional cualidad de psicóloga y de ar­tista. Más limitada y menos desconcer­tante que otras obras suyas de más cate­goría, Flush es, tal vez, por su sencilla y amable humanidad, la más popular y acep­tada de las novelas de Virginia Woolf. [Tra­ducción castellana de Rafael Vázquez Za­mora].

A. P. Marchesini