Félix Vargas, Azorín

Obra del escritor espa­ñol Azorín (pseudónimo de José Martínez Ruiz, nacido en 1874), publicada en 1928. El autor la subtitula «etopeya», y a través de una serie de evocaciones y episodios, se nos describe el proceso interior, las situa­ciones y estados de alma de Félix Vargas, personificación del escritor. Félix Vargas inicia en la producción de Azorín — al decir de un crítico — un tercer período que se caracteriza por la atención que el autor concede al problema del tiempo y del es­pacio: «… la elipsis en el tiempo, el espacio y el espíritu. La supresión de transiciones o el salto de trapecio a trapecio». Sólo la actividad espiritual puede vencer al tiem­po, y por esto la acción parte siempre de dentro de los personajes: «la acción está dentro de nosotros». Para Félix el proble­ma reside en hallar la sensación viva; pero, ¿cómo hallar esta sensación viva de lo pa­sado, de lo «inorgánico»? ¿Cómo llegar a la fusión a través del tiempo y del espa­cio? En Azorín la conmemoración de lo pasado, su evocación, viene siempre actua­lizada. Y este procedimiento de actualiza­ción domina toda su obra, desde la crítica a la creación.

Nadie mejor que él ha sabido actualizar, acercar, sin que perdieran nada de su valor, los autores de la Edad Media y del Siglo de Oro, a la sensibilidad moderna. Él mismo lo dice claramente: «Imposible de evocar una figura antigua con arqueolo­gía; la arqueología es la enemiga de la sensación viva». Este procedimiento azoriniano concuerda perfectamente con los de la literatura contemporánea, como la rein­terpretación de los mitos, el gusto por el anacronismo, etc. Entre los ensueños, va­cilaciones, imaginaciones y estados de alma, durante el verano del poeta, se va impo­niendo y cobrando presencia, se va «ac­tualizando», la figura de Santa Teresa de Jesús: «Santa Teresa en la Puerta del Sol… Santa Teresa en plena vorágine; discutida, improperada, mofada; la polémica ardorosa de la prensa; unos periódicos en favor y otros en contra». A través de las notas am­bientales, de las evocaciones y de los re­cuerdos, asistimos a un lento proceso y al desenvolvimiento de una sensibilidad.

A. Comas

En Azorín no hay nada solemne, majes­tuoso, altisonante. Su arte se insinúa hasta aquel estrato profundo de nuestro ánimo donde habitan estas menudas emociones tor­nasoladas. (Ortega y Gasset)