El médico alemán Enrique Steinhöwel publicó en Ulm, hacia 1480, una vasta recopilación de fábulas esópicas, en versión latina acompañada de una traducción alemana, que constituye el punto de unión de una serie de elementos fabulísticos de la Edad Media y el punto de partida de los Isopetes franceses, castellanos, ingleses, holandeses y catalanes, los cuales no son más que la traducción de la famosa compilación del médico alemán. La obra de Steinhöwel, impresa por Zeiner e ilustrada con multitud de xilografías, consta de las siguientes partes: 1) Un prólogo escrito en lengua alemana, en el que nuestro autor trata del contenido del libro y explica, en términos muy generales, qué es una fábula y cuáles son sus caracteres específicos; 2) La vida de Esopo en latín, seguida de una versión al alemán. Esta vida, atribuida a Planudio, sirvió de prólogo a Remici para su compilación de las fábulas esópicas (1474); 3) Los cuatro libros de las fábulas de Esopo según se encuentran en las compilaciones medievales de Rómulo (Romulus vulgaris). Cada libro comprende veinte fábulas, siguiendo al texto latino en prosa una versión alemana también en prosa, y una paráfrasis en verso de cada una de ellas. Las paráfrasis cesan a partir del cuarto libro; 4) Las fábulas extravagantes de Esopo (Extravagante Esopi antique), o sea una compilación de diecisiete fábulas atribuidas a Esopo, al final de las cuales se declara: «ascripte Esopo, nescio si vere vel ficte»; 5) Las fábulas de Remici (Alique Esojpi fabule novi translationis Remicii), las cuales son en número de diecisiete. Según nota del compilador, han sido extraídas de la traslación de Ranuzio d’Arezzo (Remici) porque no figuraban en los cuatro libros de Rómulo; 6) Las fábulas de Aviano, en número de veintisiete. El texto latino de Aviano está en verso y a cada fábula sigue la versión alemana; 7) Fábulas de Alfonso y Poggio. Son en número de veintitrés, y más que fábulas son verdaderas narraciones de corta extensión; 8) La obra termina con un repertorio, por orden alfabético, de las materias sobre que versan las fábulas.
* La primera traducción de la obra de Steinhöwel apareció, en lengua francesa, en Lyon, hacia 1480. Su autor fue Julian Machault (escrito Macho). La más antigua versión inglesa es obra de Caxton, que se sirvió de la traducción francesa, y apareció en 1483. La versión holandesa, efectuada sobre la francesa, apareció en 1485. Por el contrario , la versión castellana parece hecha directamente sobre el texto alemán, según puede deducirse de una mera comparación con la edición príncipe, impresa por Johan Hurus en Zaragoza, en 1489. Parece ser que, en el mismo año, apareció otra edición en Tolosa y, unos años más tarde, en 1496 apareció una nueva edición en Burgos. A partir de la edición de Burgos, la publicación de nuestra obra se multiplica con gran profusión: Sevilla, 1526; Amberes, 1546; Toledo, 1547, etc., hasta un total de veintiséis en 1880 (v. Disciplina clericalis de Pedro Alfonso). La versión catalana parece realizada sobre la castellana, aun cuando tuvo presente el original alemán. Parece ser que existieron ediciones del siglo XV, pero lo cierto es que la primera que se nos ha conservado fué impresa por el librero barcelonés Joan Caries Amorós, en 1550, la cual fué reproducida con el título de Libre del savi he claríssim fabulador Ysop, en 1586, y numerosas veces reimpresa posteriormente.
* Es importante en el siglo XIV italiano una compilación de vulgarizaciones reelaboradas con el nombre de Esopo vulgar. Sin excesiva malicia, y aun muchas veces con ingenuidad popular, de sabor gnómico, estas fábulas narran historias de animales, en un tono moral al que no es ciertamente ajeno el trabajo de algún religioso. El león, por ejemplo, había pactado alianza con animales como la oveja, la cabra y la ternera; pero una amistad entre pequeños y grandes es poco segura, y la fábula advierte que no nos fiemos demasiado de los poderosos. La famosa fábula del lobo y del cordero, más que ofrecer nuevos motivos para la narración, se presta a una consideración de orden social, por la enseñanza de esa narración trescentista; porque lobos voraces y malvados reinan en «cada ciudad». Hay, por lo tanto, derechos de naturaleza que los antiguos narradores franceses (de los cuales también proceden algunos pasajes de esta colección) habían ya satirizado en favor de la igualdad entre nobles y campesinos. El ejemplo del león enfermo y maltratado por todos los animales, se refiere a las vicisitudes de las alianzas entre ciudad y ciudad, por las que la caída de un poderoso da pábulo a nueva vida política. Un cuento de sabor alegórico, pero no carente de vivacidad, es el del milano que, al final de su vida, para salvarse de sus merecidos castigos, ruega a su madre que mande decirle misas, y es sátira ejemplar de muchos mercaderes que descuidan el bien, y sintiendo cercana la muerte, buscan un remedio con frecuencia inútil. La materia de estas fábulas, que se remontan a las milenarias de Esopo, fué a menudo puesta en verso, como una moralidad que se pudiera aprender en la ágil forma de un soneto. De tal manera el apólogo agudo tiene vida en la enunciación de un hecho, o en su breve comentario. La hormiga, caminando a la ventura, llegó a una calavera de caballo que le pareció un magnífico castillo; pero cuando se trató de hallar comida, por poco se muere de hambre si no vuelve a su agujero. En otro apólogo, un asno, viendo a un abate acariciar a un perrillo, quiso saltarle encima mientras dormía; pero falto de la agilidad del animalito, pateó de mala manera al personaje, que lo hartó de palos. En substancia, el Esopo vulgar y las innumerables fábulas esópicas, en verso, aunque estén sacadas del latín o de refundiciones francesas, muestran un aspecto fríamente moral y narrativo que da buen testimonio de la vida municipal del siglo XIV italiano.
C. Cordié