Obra satírica en prosa y verso de Juan Pablo Forner (1756-1797), publicada como «Sátira menipea» en Madrid, en 1844, con otras obras del autor, y suelta, según deseo expreso de Menéndez y Pelayo, en 1925, a cargo de Pedro Sáinz Rodríguez. Estas alegres Exequias están precedidas de una advertencia en forma de oración fúnebre en deprecación de la muerte de la Lengua castellana (a causa de escritorzuelos ambiciosos e ignorantes y del XVIII filosófico y enciclopedista que lo llevó todo a la ruina) y, sobre todo, de una «Noticia» sobre el autor y las intenciones de la obra.
En ella, el editor explica que publica un manuscrito que le dejó un joven doctor en el que se examinan las causas y los orígenes del mal gusto de la literatura patria y se hace una amplia reseña de los escritores más famosos y dignos. Narra entonces Amintas (el mismo Forner), en una sabrosa mezcla de prosa y verso, haberse dirigido con su amigo Arcadio (el satírico don José Iglesias de la Casa, 1748-1791) hacia las cimas del Parnaso; encuentran a un venerable anciano —nada menos que Cervantes — que de parte de Apolo invita precisamente a Amintas a asistir a los funerales. Se dirigen todos juntos hacia lo alto y después de varios encuentros —incluso de ranas que croan y que son los pésimos poetas — llegan al templo de la inmortalidad y luego a la biblioteca de Apolo. Pronto habrá que hacer exequias de la Lengua castellana, viciada y muerta por una multitud malvada de escritores recientes, pero entre tanto, a través de la palabra de un célebre autor del XVII, Villegas, se alaba a los mayores autores españoles y se hace una crítica severa de cuantos han pretendido tener fama sin mérito.
Después de varias discusiones, incluso en lo referente a la lengua que hay que emplear en la ceremonia pública — la fenicia o la vizcaína — y después de alguna otra dificultad, llega por fin la hora de las solemnes exequias. Numerosas escuadras de escritores rinden honores a la difunta (lo cual es motivo para una .reseña de glorias nacionales) y habiendo entrado temerariamente en el templo, pese a su mediocridad, Amintas y Arcadio asisten a un verdadero prodigio. Sostenida por los dos Alfonsos, el X y el XI, por el príncipe Carlos de Viana y por don Juan Manuel, personajes destinados a llevar el féretro, ven en pie a la Lengua castellana, cansada y suspirante, pero viva. Entre los aplausos y la confusión, Apolo ordena nuevas fiestas ya no funerarias y ordena a Amintas que dé a conocer una composición satírica suya contra los malos escritores contemporáneos, la «Sátira contra la literatura chapucera de estos tiempos». Recitados dichos versos, son convertidos en ranas muchos malos escritores que estaban en penitencia en el Parnaso y bajo su nuevo aspecto son expulsados de la noble asamblea.
Mientras el autor teme haberse convertido también en batracio, le despierta repentinamente su amigo Arca- dio que, en la tierra, le creía presa de alguna nueva inspiración poética; y así termina la obra. Estas Exequias de la lengua castellana, mezcladas con composiciones en su mayoría burlonas y satíricas, tienen fragmentos verdaderamente brillantes por su inspiración e imágenes curiosas, pero de tarde en tarde se pierden en elencos y disquisiciones, cual si el motivo del viaje fuese sólo ocasión de escribir una historia literaria. En conjunto hay que ver en la obra del polémico y amargo Forner una condena de los autores contemporáneos, hecha capciosamente, especialmente cuando se refiere a los inspirados en los enciclopedistas franceses, pero en conjunto es una revalorización aguda y sonriente de la propia literatura en cuanto heredera del gran clasicismo latino. A menudo se alaban y muestran como ejemplo autores italianos, desde Tasso a Caro y a Chiabrera y, para las comedias, a Ariosto y Maquiavelo; además, respecto al derecho, del que Forner era un buen conocedor, a Alciato, Bartolo, Farinacci, Menocchio y otros. Como obras comparables por el motivo satírico del Parnaso, se pueden recordar a este respecto, en Italia, Avisos del Parnaso (v.) de Boccalini y las Cartas virgilianas (v.) de Bettinelli.
C. Cordié