Al evangelista Lucas, discípulo y compañero de San Pablo en sus últimos viajes y en su prisión en Roma, se le atribuye el tercer Evangelio, escrito en griego entre los años 60-63 d. de C., quizás en la misma capital romana.
La división de este Evangelio, admirable incluso desde el punto de vista literario, comprende cinco partes: Prefacio (I, 1-4).
Primera parte: infancia; anuncio del Precursor y del nacimiento de Jesús; visita de María a Santa Isabel; nacimiento del Precursor y de Jesús; presentación en el Templo; Jesús entre los doctores (I, 5 – II, 52).
Segunda parte: vida pública; preparación a la vida pública; predicación de San Juan Bautista; bautismo (genealogía) y tentaciones de Jesús (III- IV, 13); ministerio de Jesús en Galilea; milagros y predicación, como en los otros Sinópticos (IV, 14 – IX, 50).
Tercera parte: último viaje de Jesús desde Galilea a Jerusalén; milagros y predicación, como en los otros Sinópticos (IX, 51 – XIX, 28).
Cuarta parte: historia de la pasión y muerte de Jesús, como en los otros Sinópticos (XIX, 29 – XXIII, 55).
Quinta parte: resurrección de Jesús, su aparición, su ascensión (XXIV, 1-52).
Los episodios exclusivos del Evangelio de San Lucas son:
Primera parte: el prefacio a Teófilo (I, 1-4); anuncio del nacimiento del precursor Juan Bautista (I, 5-25); la anunciación a la Virgen María y la encarnación del Verbo (I, 26-38); la visita de María a Santa Isabel (I, 39-56); el nacimiento, circuncisión y vida de San Juan Bautista en el desierto (I, 57-80); Jesús nace en Belén y es circuncidado (II, 1-21); purificación de María y presentación de Jesús en el Templo (II, 22-38).
Segunda parte: Juan es encarcelado por Herodes (III, 19-20); Jesús va a Nazaret, enseña en la sinagoga y es despreciado por sus compatriotas (IV, 16-30); resurrección del hijo de la viuda de Naim (VII, 11-17); la mujer pecadora unge los pies de Jesús (VII, 36-50); Cristo, acompañado por los Doce y algunas piadosas mujeres, recorre la Galilea (VII, 1-3); Jesús envía a predicar a los setenta y dos discípulos (X, 1- 16), los cuales regresan satisfechos (X, 17- 24); parábola del buen Samaritano (X, 25-37); Marta y María (X, 38-42); Jesús enseña a orar a sus discípulos (XI, 1-13); Jesús recrimina a los fariseos y a los escribas (XI, 37-54); exhortaciones varias (XII, 1-59 – XIII, 1-9).
Tercera parte: curación de la mujer corcovada (XIII, 10-17); discurso de la puerta estrecha (XIII, 22-30); las insidias de Herodes (XIII, 31-35); curación de un hidrópico (XIV, 1-6); exhortaciones varias (XIV, 7-14); parábola de los invitados a la gran cena (XIV, 15-24); los discípulos de Jesús (XIV, 25-35); parábola de la oveja perdida (XV, 1-7); parábola de la dracma perdida (XIV, 8-10); parábola del hijo pródigo (XV, 11-32); parábola del «villieus iniquitatis» (XVI, 1-13); Jesús responde a los fariseos que murmuraban (XVI, 14-18); parábola del rico Epulón y de Lázaro (XVI, 19-31); consejos varios (XVII, 1-10); curación de los diez leprosos (XVII, 11-19); el advenimiento del reino de Dios (XVII, 20-37); parábola del juez y de la viuda (XVIII, 1-8); parábola del fariseo y del publicano (XVIII, 9-14); Jesús se hospeda en casa de Zaqueo (XIX, 1-12); parábola de las minas (XIX, 11-28); breve resumen de los últimos días de la vida de Jesús (XXI, 37-38).
Cuarta parte: Jesús reprime una disputa surgida entre sus discípulos (XXII, 24-30); breve alocución de Cristo acerca de las espadas (XXII, 34-38); Jesús delante de Herodes (XXIII, 6-12); Jesús se aparece a los dos discípulos que se dirigen a Emaús (XXIV, 13-35). El Evangelio de San Lucas ofrece varias características.
Desde el punto de vista lingüístico, el vocabulario es más rico que el de los demás evangelistas y autores sagrados; y si bien el libro debe incluirse entre lar producciones de la lengua vulgar, posee con todo una superioridad que lo aproxima a los clásicos. Lucas evita hebraísmos, aramaísmos y latinismos; sabe componer con arte y dar a sus narraciones un carácter a la vez simple y grandioso, expresar con gracia los diversos sentimientos de las personas que introduce en escena y retratarlas de manera perfecta. Por esto el incrédulo Renán podía escribir: «El Evangelio de Lucas es el libro más bello que existe». El evangelista advierte en el prefacio que se propone hacer una obra histórica. En su prólogo imita a los grandes historiadores griegos, Herodoto, Tucídides y Polibio, y, a semejanza de ellos, comienza su libro señalando las fuentes en que se inspiran sus relatos, cómo los compone y el objetivo que persigue. Relaciona sus datos cronológicos con los de la historia profana (II, 13 – III, 1), pero, al igual que los otros Sinópticos, no es un simple cronista de la vida de Jesús, y algunas veces, como S. Mateo y S. Marcos, reúne discursos y milagros hechos en distintas circunstancias. Desde el punto de vista doctrinal, el Evangelio de S. Lucas es llamado «ebionita», es decir, Evangelio de los pobres. La pobreza triunfa sobre la riqueza terrena, y, en medio de una luz maravillosa, aparece la doctrina de la salvación universal: el individualismo judío queda vencido. La autenticidad del libro queda demostrada por el testimonio patrístico y el canon de Muratori.
G. Boson