Europa y la Revolución Francesa, Albert Sorel

[L’Europe et la Révolution française]. Obra histórica en ocho volúmenes, publicada de 1885 a 1903. Es una vasta síntesis de todo el pe­ríodo revolucionario (1789-1815), con espe­cial referencia a las relaciones entre Fran­cia y los Estados europeos y a la expansión revolucionaria en el continente.

La novedad del libro consiste en haber visto la historia de la Revolución en relación con la historia europea, en haber hecho de la misma Re­volución, no un paréntesis excepcional de violencia en el camino histórico de Francia, sino una fase de su desarrollo político, pre­parada por toda su historia anterior. No sólo, como demostró Tocqueville, la Re­volución fue la desembocadura de un pro­ceso interno de transformación ya prepa­rado durante el antiguo régimen, sino que hereda de éste la aspiración a alcanzar las fronteras naturales de los Alpes y el Rin, garantizando tales confines con bases terri­toriales al otro lado de los mismos o con alianzas con los estados limítrofes. Frente a la Europa coaligada, a la amenaza con­tra el nuevo régimen y contra la indepen­dencia misma de Francia, el cosmopolitis­mo filosófico se convierte en nacionalismo, primero defensivo y luego, por las mismas razones de «seguridad», imperialista.

Como es natural, la expansión se tiñe de la pa­sión ideal de la época. Pero el idealismo revolucionario cede a la razón de Estado o se convierte en su instrumento. Así la necesidad de una imposición de la política francesa en todo el continente, con la fina­lidad de conservar los límites naturales frente a la inexorable hostilidad inglesa, hizo que la Revolución confiase en la auda­cia y el gobierno de un jefe militar. Pero la propaganda halagó el orgullo nacional, que vio en la supremacía francesa un me­dio de regenerar el mundo: por eso la ten­dencia hegemónica va más allá de los fines de Luis XIV y, reconstruyendo con Napo­león el Imperio, asciende a Carlomagno, a la herencia y misión de la paz romana. Napoleón fue el ejecutor de dicho progra­ma: difundió con las conquistas francesas la Revolución en Europa; pero, aunque ge­nial, extrajo su fuerza y su inspiración de la nación de que era jefe. La empresa fra­casó, observa Sorel, debido a su éxito: el principio de la libertad de los pueblos para disponer de sí mismos, si minó los antiguos tronos, se volvió muy pronto contra la supremacía francesa.

En Moscú rompió la ola revolucionaria y «con el reflujo nau­fragó el Gran Ejército y la misma Fran­cia». No por ello fue estéril la acción na­poleónica, que consolidó en Francia las conquistas sociales revolucionarias y pre­paró su triunfo en todas partes. La tesis general imprime unidad a la narración, que procede analíticamente con amplia docu­mentación y con una imparcialidad hasta entonces ignorada en la historia de dichos acontecimientos. El concepto de un des­arrollo lógico de la política exterior revo­lucionaria y napoleónica de las tradiciona­les directrices de Francia, se ha hecho fun­damental en el progreso de los estudios contemporáneos, donde lo volvemos a en­contrar, ya exagerado en un determinismo demasiado riguroso, ya atenuado por la investigación de los profundos intereses so­ciales ligados a la salvación de la Revolu­ción, o, en el caso de Napoleón, por cuanto su imperialismo no aparece basado sobre una visión exacta y realista del interés francés.

P. Onnis