Opúsculo del genial escritor español escrito en 1609, que permaneció inédito hasta que el erudito norteamericano R. Selden Rose lo publicó en 1916 (Bol. de la R. Acad. de la Hist., volúmenes 68 y 69), El título completo es muy significativo, pues reza así: España defendida, y los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros y sediciosos. La intención del autor queda bien patente en la dedicatoria a Felipe III y en el prólogo «al lector».
En la primera, dice Quevedo que «cansado de ver el sufrimiento de España, con que ha dejado pasar sin castigo tantas calumnias de extranjeros, quizá despreciándolas generosamente, y viendo que desvergonzados nuestros enemigos, lo que perdonamos modestos juzgan que lo concedemos convencidos y mudos, me he atrevido a responder por mi patria y por mis tiempos». Al paso que en el prólogo «al lector», en la parte de «ocasión y causas del libro», se lamenta de que los extranjeros, un Escalígero, por ejemplo, digan mal de Quintiliano, Lucano y Séneca, mientras los españoles permanecen silenciosos ante los ataques.
Con dolorido y apasionado amor patriótico exclama: «Dos cosas tenemos que llorar los españoles: la una, lo que de nuestras cosas no se ha escrito, y lo otro, que hasta ahora lo que se ha escrito ha sido tan malo, que viven contentas con su olvido las cosas a que no se han atrevido nuestros cronistas, escarmentadas de que las profanan y no las celebran». El opúsculo se abre, como es de esperar, con una apología de España, «su sitio, cielo, fertilidad y riqueza», para seguir con otros capítulos sobre la antigüedad, el origen del nombre España y de la lengua (en el que se hace eco de las corrientes hebraístas de su tiempo y aporta alguna curiosidad no desdeñable) para continuar con un capítulo sobre las costumbres antiguas y las virtudes de los españoles. Como es lógico, un Quevedo no se puede contentar sólo con exponer las grandezas y virtudes pasadas; su deber le lleva a lanzar llamadas de atención sobre el valor de ciertos libros, como La Celestina (v.) y el Lazarillo (v.), o sobre Manrique, Garcilaso* Fray Luis de León; o toques moralistas como cuando escribe: «Han empezado a contentarse los hombres de España con heredar de sus padres virtud, sin procurar tenerla para que la hereden sus hijos».
El opúsculo tiene una gran importancia histórica, puesto que es la primera defensa que se hace desde el plano literario de las cosas de España y constituye el mejor antecedente de la polémica Qué se debe a España. En más de un momento parece oírse la voz anticipada de algún miembro de la generación del 98 o de Menéndez Pelayo.
J. M. Blecua