[Élnaux et Camées]. Es el más célebre e importante libro de poesía de Théophile Gautier. Publicado en 1852, y aumentado en posteriores ediciones, marcó en cierto modo el fin de la primera gran poesía romántica, idealista, sentimental y grandilocuente, y el inicio de la poesía parnasiana.
Consta de unas cincuenta poesías líricas en la mayoría de los casos breves y descriptivas, cuya intencionada ligereza y gracioso ingenio se expresan en formas de cristalina pureza. Una rápida reseña de los títulos nos hace ver la modesta apariencia, casi ilustrativa, que Gautier quiso dar a su colección («Estudios de manos», «Variaciones sobre el Carnaval de Venecia», «Sinfonía en blanco mayor», «Caerulei oculi», «El obelisco de Luxor», «Pequeña oda anacreóntica», «Apolonia», «El ciego Lied», «Fantasías de invierno», «La rosa té», «Carmen…»).
La primera composición proclama una vez más el derecho del «arte puro» a alejarse de la realidad, dirigiéndose hacia una desinteresada contemplación de la Belleza. La última puntualiza la «poética» de Gautier y su ambición de llegar a la inmortalidad, mediante una forma meramente plástica y rigurosamente definida («Sculpte, lime, ciséle; / Que ton réve flottant / Se scelle / Dans le bloc résistant!»). Así se consuma una carrera poética que, empezando con el truculento romanticismo de los primeros versos (v. La comedia de la muerte), se orientaba decididamente hacia la plástica representación del «mundo sensible», con gran despliegue de colores y admirable claridad de dibujo en las breves piezas de España, para llegar a la refinada elegancia de esta última colección.
Por sus ideas sobre el arte, como por el profundo sentimiento de la disciplina necesaria al artista, por el amor a la pura forma y el agudo sentido del oficio, Gautier no fue sin razón llamado «maestro» por el mismo Baudelaire, y considerado como uno de los cuatro patriarcas del «Parnasse». En realidad, precisamente en este característico libro, la inspiración más pura se revela, en el fondo, elegiaca, y el tono más precioso y original hay que buscarlo en la punzante gracia de ciertas exquisitas anotaciones, en una conmovedora búsqueda de perfección. Así se explica cómo las flores, por ejemplo, encontraron en este enemigo del sentimentalismo a su más exquisito pintor («Camélia et Páquerette», y especialmente «La fleur qui fait le printemps»).
M. Bonfantini
Los venideros le considerarán no solamente como uno de los grandes escritores de Francia, sino de Europa… Hizo decir al verso francés más que todo lo que había dicho hasta entonces; supo hacerlo agradable con mil detalles que le dan luz y relieve y no perjudican el conjunto y la estructura general. (Baudelaire)
La importancia de Gautier en nuestra literatura es grande; de un lado, con su odio contra todo lo que es burgués, inició el romanticismo extravagante, malsano, nauseabundo con sus poses de cinismo e inmoralidad: engendró a Baudelaire. Por otro lado, su precisión de pintor y grabador le hizo salir del romanticismo; renunció al lirismo subjetivo para servir al objeto, al modelo. Es el comienzo de la literatura impersonal. (Lanson)
Los Esmaltes y Camafeos, pequeñas composiciones tenues y agradables, por mucho tiempo fueron objeto de un malentendido y alabados por una plasticidad parnasiana que no poseen; sencillas tarjetas elegantemente impresas, entregadas de vez en cuando a la Musa por un poeta que no quiere romper las relaciones, no hay que sacrificar a ellas la plenitud, vivacidad y originalidad de la verdadera poesía de Gautier, la de su juventud. (Thibaudet)
Sería injusto dejar de reconocer que Théophile Gautier tiene cierta habilidad en la forma, faltando la «sustancia», una sonoridad, un resplandor y precisión de dibujo… Quisiera poderle alabar más. Pero ¡ay! que en los tres volúmenes de versos que nos dejó son muy pocas las composiciones donde, en cada estrofa, no da uno con incorrecciones, pobreza, impropiedad de vocabulario o de sintaxis y negligencias. (A. Gide)