[Kinderszene]. Estas piezas para piano son doblemente acreedoras de su título, por la frescura de los sentimientos que las inspiraron y por su relativa facilidad de ejecución. Las dificultades técnicas crecen, sin embargo, en cada uno de los trece episodios que componen la obra.
1.° «Cuentos del extranjero»; el tema, pleno de simplicidad y de calma, se repite dos veces. Es la voz del viajero que cuenta una dulce historia en la que todo concluye bien.
2.° «Historia alegre» representa el latir del corazón de un niño que escucha un relato de aventuras y que se sobresalta al final de cada frase, hasta que aparece la tónica final que aporta una conclusión apaciguadora.
3.° «La gallina ciega»: una carrera loca de puntillas.
4.° «Niño suplicante»: una sonrisa mezclada de lágrimas. Un mismo tema interrogativo se repite cargándose cada vez más de matices suplicantes, para concluir en una plegaria final conmovedora por su ingenuidad.
5.° «Felicidad perfecta»; el total abandono de un corazón puro.
6.° «Un gran suceso»: los acordes solemnes evocan la emoción del niño preocupado por sucesos sin importancia. Este pasaje es una obra maestra de enternecido humor.
7.° «Fantasía»: este célebre fragmento evoca el estado de ánimo de un niño perdido en sus quimeras, que se exalta poco a poco antes de sumergirse en el sueño.
8.° «Junto al fuego»: el niño prosigue en sus fantasías. Una larga frase se eleva, llamea y se evapora como el humo.
9.° «Caballito de juguete»: un ritmo de 3X4 evoca el galope del caballo de madera, que puntúan las síncopas.
10.° «Casi demasiado serio»: una línea melódica rota por el contratiempo, una respiración jadeante.
11.° «Para dar miedo»: se expone un tema lleno de misterio que se desarrolla luego brevemente en un tono rápido y amenazador. Se repite tres veces, y cada una de ellas lleva un comentario más terrorífico.
12.° «El niño que se duerme»: Un dulce mecerse con ritmo profundo como de una respiración tranquila y que concluye en una tonalidad clara de sol mayor.
13.° «El poeta habla»: Schumann comunica sus confidencias a un niño, en un lenguaje muy simple y con acento de emocionada sinceridad.
Las Escenas de niños (Op. 15) datan de 1838; Schumann las escribió para conmemorar el cumpleaños de su hija mayor: «son sobre todo, escribió, recuerdos para las personas que han crecido».