[Il faut qu’une porte soit ouverte ou fermée]. Comedia o proverbio escenificado en un acto, publicado en 1845 y representado en 1848.
Todo el acto se reduce a una serie de preguntas y respuestas mordaces entre el Conde y la Marquesa: ambos demuestran desde el principio estar hechos el uno para el otro; pero la Marquesa desconfía, celosamente, del Conde, quien sólo puede repetir las acostumbradas frases dictadas por el amor, y el Conde a su vez se muestra celoso de ella que, según lo que ha escuchado, no desdeña la propuesta de matrimonio de cierto señor Camus. El Conde está varias veces a punto de alejarse y, cada vez que se dispone a hacerlo, deja la puerta abierta. Pero, como dice el mismo título de la comedia, es preciso que una puerta esté abierta o cerrada.
Se rompe el hielo: el Conde y la Marquesa serán muy pronto legítimos esposos. Tanto el Musset mundano, escéptico, byronesco, como el otro, agitado por una pasión fatal, están ya lejanos: aquí sólo queda el Musset que, después de pasar por pruebas dolorosas, intenta pedir a la vida la parte de bien que puede dar. La comedia, con su delicadeza, puede legítimamente hacer pensar en Marivaux. Y en realidad, los dos personajes puestos frente a frente, se desafían, se alejan, se aproximan, como en el autor del delicioso Juego del amor y del azar (v.). Pero el juego es ya distinto pues nos encontramos aquí en presencia de un Marivaux desencantado, que ha adquirido, por decirlo así, conciencia propia y que se agarra lo mejor que puede, pasado el período de las férvidas ilusiones juveniles, a la modesta realidad cotidiana.
F. Ampola