Obra del escritor madrileño publicada por primera vez en Madrid en 1653, en la que se intenta desmontar una serie de anécdotas, sentencias, hechos y dichos de grandes figuras de la antigüedad celebrados por hombres relevantes del mundo clásico (Herodoto, Diodoro, Cicerón, Aulo Gelio, etc.) y del mundo moderno (Erasmo, Celio Rodiginio, Ravisio Textor, Rafael Maffei el Volaterrano, etc.).
La finalidad de la obra se pone de manifiesto en determinados pasajes: «Antigua es también la flojedad del mundo, por huir del trabajo de discurrir, calificar la sentencia por la pluma y no la pluma por la sentencia… Confieso que aquellos filósofos griegos escalaron muchas veces con sus sentencias la cumbre de la verdad, pero también vi muchas veces sus palabras no sólo en las oscuridades de la incertidumbre, sino en la deslucida claridad de engaños». Demostrar que son errores es, pues, la intención inicial de Zabaleta. Para ello, narra la anécdota o propone la sentencia y seguidamente pasa a analizarla y a demostrar la aseveración contraria, a veces con procedimientos sofísticos.
Son en número de treinta y seis, y versan sobre las más variadas cuestiones. Se enfrenta con la fortuna, que no es otra cosa que la Providencia de Dios: «No hay más fortuna que Dios. Su Providencia es lo que llamamos fortuna. ;Oh, si yo fuera tan dichoso que pudiera quitar de la boca de los cristianos este nombre! Muchos debe haber que saben que no hay fortuna, pero muchos más los que la están creyendo». Teoriza sobre la poesía: «No hay sustancia en la poesía; nada de cuanto dice importa nada. Como música deleita, como ignorancia ofende. Las cadencias hacen gusto, las palabras hacen enfado. La necesidad de los números y de las consonancias obliga a introducir muchas voces o sobradas o forzadas o impropias. El oficio de la poesía es fingir lo que es o figurar lo que es, de tal manera que quede en otra especie. La mentira, de mentida a fuera, es nada. Nada es la poesía apartándola de los números. Algunas veces quiere ser algo y, entonces, es algo malo, es sátira o lisonja.
La sátira es murmuración y toda murmuración es vileza»; «de manera que la poesía, si no alaba o vitupera, no es nada, y si alaba o vitupera, es perniciosa». Todo ello se multiplica si la poesía pasa de manos del hombre a manos de la mujer: «En la poesía no hay sustancia, en el entendimiento de una mujer tampoco: muy buena junta harán entendimiento de mujer y poesía»; «la mujer poeta es el animal más imperfecto y más aborrecible de cuantos forma la naturaleza», por lo que «al que celebra a una mujer poeta, [Zabaleta le desea que] Dios se la dé por mujer, para que conozca lo que celebra». Trata también de la belleza femenina y de la virtud, del silencio observado en los grandes banquetes públicos y del hecho de que los egipcios, «vivos, se tratan como muertos, y muertos, se tratan como vivos», etc. La obra es importante como actitud negativa frente al género, tan típicamente humanístico, de los repertorios de anécdotas y sentencias del mundo clásico.
J. Molas
El estilo de Errores celebrados, a veces conceptuoso, es fácil y agradable con momentos declamatorios bien logrados. La originalidad y el constante ingenio que caracterizan este tratado hacen que deba ser considerado como uno de los mayores aciertos de Juan de Zabaleta, y como una obra de real valor en la literatura española del siglo XVII. (M. de Riquer)