Publicado primero bajo la dirección de Giovanni Frassi, amigo íntimo del poeta, en 1859, y más tarde ampliamente aumentado y corregido, con importantes apéndices biográficos por Ferdinando Martini (Florencia, 1904), el Epistolario de Giuseppe Giusti (1809-1850) sigue de cerca la vida del poeta. Pero como ésta fue restringida y pobre en acontecimientos, en este aspecto el Epistolario tiene poca importancia. En cambio, Giusti trabó relaciones de íntima amistad con hombres que desempeñaron un papel notable o eminente en la historia civil y literaria de Italia en el período del Resurgimiento; Giusti sintió intensamente la amistad, y su espíritu, naturalmente reservado y sombrío, se abría entonces en confidencias y conversaciones literarias y políticas, que- arrojan luz sobre su carácter, sobre sus penas internas, sobre los intentos y el trabajo de elaboración de su poesía, y sobre las condiciones políticas y literarias de la Toscana entre el 1835 y el 1848. Esta parte, que sin duda es la más importante del Epistolario, puede dividirse en dos grandes grupos, que corresponden a las dos fases de su madurez.
El primer grupo comprende la correspondencia con lo que se podría llamar «el cenáculo de Pisa», es decir, el círculo de amigos que comenzó a formarse en los tiempos irreflexivos del período estudiantil en aquella universidad, que luego fue ampliándose con el ingreso en el círculo de písanos o livorneses, o residentes de aquellas dos ciudades. Son los amigos del primer momento, cuya imagen va ligada a los recuerdos de aquella «baraúnda tan divertida»: con ellos el poeta se entrega a un abandono y una ternura que no le eran habituales y también de ellos recibió intensamente, por aquella época la influencia en materia política. Este cenáculo pisa- no-livornés era, de acuerdo con el espíritu predominante en el país, de tendencia radical y anticlerical: a él pertenecen, en orden cronológico, aquel Frassi que fue el primer editor del epistolario, que prologó con una cariñosa biografía llena de recuerdos personales, y Enrico Mayer, el eminente pedagogo, mazziniano, que ejerció una notable influencia durante aquellos años en el espíritu del amigo. En casa de Mayer, Giusti tuvo ocasión de conocer a casi toda la democracia toscana, y allí contrajo nuevas amistades: los dos hermanos Orlandini, Atto Vannucci, Giuseppe Montanelli y el Guerrazzi. Estos le abrieron las puertas para llegar a Giordani y a G. B. Niccolini, en Florencia.
Pero hacia el 1840 otras influencias comienzan a mezclarse con las cenáculo pisano, que con el tiempo sustituyeron a éstas a consecuencia del rápido madurar de los acontecimientos políticos. El nuevo grupo de amigos puede llamarse cenáculo manzoniano, porque centrándose en torno a Alessandro Manzoni, está constituido por parientes y amigos de éste: los dos yernos, Massimo d’Azeglio y Giovan Battista Giorgini y la esposa de éste, Vittoria Manzoni, Tommaso Grossi, etc. A las influencias liberales moderadas manzonianas se sumaron, en los últimos años, las de tendencia más conservadora de Gino Capponi; así, al desatarse la crisis revolucionaria (1848-49) Giusti se encontró casi en el extremo opuesto del punto de que había partido como poeta satírico, y personalmente indispuesto cuando no enemistado con algunos del grupo pisano, sobre todo respecto a Guerrazzi; pero tampoco con Montanelli y con Vanucci se entendía ya; en cambio, con Mayer y con los Orlandini no se quebrantó la amistad. De esta evolución política de Giusti es el Epistolario un espejo fiel; quedará desilusionado en cambio el lector que quiera reconstruir a través del mismo la vida amorosa de Giusti.
Existen unas quince cartas a la marquesa Luisa d’Azeglio, segunda mujer divorciada de Massimo, y que tal vez durante algún tiempo fue la amiga íntima de Giusti, pero siempre y sobre todo, su consejera y confortadora, llena de atenciones fraternas. El grupo más numeroso de tales cartas, junto con muchas otras dirigidas a distintas mujeres, ya no existe por haber sido destruido por el escrupuloso Capponi, que fue el heredero con plenos poderes de todas las cartas de Giusti. Las cartas dirigidas a la señora d’Azeglio, teniendo en cuenta el criterio de Capponi, son de pura cortesía o apacibles charlas mundanas y literarias. El primer editor de este epistolario quiso presentarlo ante todos como un texto de lengua toscana hablada, como apoyo de la teoría manzoniana sobre la unidad de la lengua toscana; y para varios amigos el mayor interés quedo concentrado en este aspecto formal del libro. Pero pronto surgió en el mundo literario una reacción contra el tipo de prosa giustiano, que Carducci selló con la definición: «la pedantería en mangas de camisa». Una justa valoración de la prosa giustiana debe tener en cuenta el esfuerzo, más de una vez evidente, para lograr un artificio; pero no debe dejar pasar inadvertidos otros rasgos de toscanidad de buena ley, sobre todo en ciertos perfiles polémicos que recuerdan la disposición psicológica del escritor en sus mejores sátiras.
M. Vinciguerra