Obra del polígrafo arabigoespañol que suele designarse con el título de Risála fl fácil al-Andalus, que, al parecer, no le dio el autor. Ibn Hazm cultivó numerosos campos, y entre sus obras debemos destacar un tratado sobre el amor y los amantes (v. Tawq al-hamána), otro sobre moral (v. Libro de los caracteres y la conducta) y, sobre todo, su principal obra, un extenso estudio de las actitudes humanas en cuanto a las ideas religiosas (v. Fisal).
Esta Epístola apologética fue escrita en contestación a una carta del literato de Kairuán, Ibn al-Rablb (muerto en 1038) que reprochaba a los andalusíes que no se hubieran preocupado de perpetuar el recuerdo de sus personajes célebres —también le contestó un primo de Ibn Hazm, a quien iba dirigida la carta, en una risala conservada parcialmente por Ibn Bassam (v. Dajira) —. La contestación de Ibn Hazm, recogida por al-Maqqarí (v. Analectas), fue escrita hacia 1029, a petición del reyezuelo de Alpuente; pero no la hizo pública hasta unos diez años más tarde, y por haber fallecido el destinatario previsto, la dirigió a un amigo suyo. En la Epístola apologética pueden distinguirse una introducción, dos partes y una conclusión.
La introducción presenta un resumen del contenido de la epístola de Ibn al-Rabíb, y, además, un panegírico del rey de Alpuente. La primera parte, tras referirnos que ya Mahoma predijo la conquista de la Península, se extiende en consideraciones acerca de la situación de Córdoba y de las características geográficas de al-Andalus; pone de relieve que son muy pocas las obras que existen acerca de Kairuán, y, tras citar el «nadie es profeta en su tierra» del «Evangelio de Jesús», acaba por referirnos el trato que se da en al-Andalus al sabio que muestra elevado talento — esto no es más que un reflejo de su propia experiencia personal—.
La segunda parte contiene la apología propiamente dicha. A pesar de sus manifestaciones acerca de la consideración que se da al sabio en al-Andalus, Ibn Hazm demostrará que en su patria se dio cultura. Para ello, elabora una relación de los autores arábigoespañoles, con referencias a sus obras, es decir, una bibliografía por materias: comienza por los temas jurídicorreligiosos (hadita y ficha) — alude tanto a los seguidores de las escuelas málica y sáfi’i, como de la záhirí, es decir, la que él seguía —, y a continuación trata de la filología, poesía, historia, medicina, filosofía, matemáticas y teología. En esta parte inserta una digresión sobre las siete circunstancias que justifican que se redacte una obra.
En la conclusión, intenta establecer un orden de valores, para lo cual escoge algunos de los sabios y poetas citados, y los compara con otros orientales. El cuadro trazado por Ibn Hazm no es, ni mucho menos, exhaustivo; pero aparte de que él mismo nos dice que no pretendía serlo, cabe lá posibilidad de que sólo haya llegado a nosotros un texto truncado. Moderado y discreto en los elogios, preocupado por la erudición, Ibn Hazm demuestra estar muy lejos del carácter enfático y tendencioso que tiene la obra que con el mismo fin escribió al-saqundí (v. Risdla fi fadl al-Andalus). Traducción francesa por Ch. Pellat, publicada en la revista «Al-Andalus» (Madrid), XIX (1954), páginas 61-94.
D. Romano