Carta escrita quizá desde Corinto o desde Éfeso y probablemente poco anterior o posterior a la Epístola a los Romanos (v.). Hay desacuerdo en cuanto a si la carta fue dirigida a los habitantes de la Galacia propiamente dicha, es decir, la septentrional, o a los judaizantes de las provincias romanas de la Galacia que se extendían mucho más al sur.
Los Hechos de los Apóstoles (v.) hablan de dos viajes de San Pablo a Galacia. Después de haber oído, en Éfeso, noticias alarmantes sobre ciertos doctores judaizantes de Jerusalén que habían usurpado su puesto en Galacia, modificando sus enseñanzas, predicando la necesidad de la circuncisión tanto para los judíos como para los gentiles y afirmando ser menos autorizada la predicación de San Pablo en comparación con la de San Pedro y Santiago, instruidos directamente por Jesús, San Pablo reivindica su autoridad y restablece la verdadera doctrina escribiendo esta epístola, en la que resaltan todo el ardor, solicitud y ternura de su celo apostólico. Tres son principalmente los fines de la carta: en primer lugar (I, 11-11, 16), San Pablo quiere restablecer la realidad de su apostolado y la conformidad de su doctrina con la de los Apóstoles; en segundo lugar, demuestra dogmáticamente que la justificación está vinculada a la fe en Cristo y no a la ley de Moisés, cuya observancia no sólo es superflua, sino que puede incluso resultar perjudicial (II, 17 – V, 13); y, en tercer lugar, corrige abusos y confirma en la fe.
Esta epístola es sencilla porque los gálatas, gente ruda e ignorante, difícilmente hubieran podido comprender argumentaciones profundas, como los corintios y romanos. San Pablo demuestra un excelente tacto práctico. Literariamente es inferior a las Epístolas a los corintios (v.), pero no faltan en ella las bellezas propias de toda la obra paulina. No existen dudas sobre su autenticidad.
G. Boson