[Essai sur les éléments principaux de la représentation]. Obra filosófica francesa publicada en 1907, de Hamelin, discípulo de Ch. Renouvier, a quien la dedica. Con el neo-criticismo del maestro, Hamelin tiene en común., sobre todo, el principio fundamental: la realidad no es concebida como el Objeto existente por sí mismo, independiente del Yo que trata de conocerlo (así lo quisiera el sentido común reforzado por el dogmatismo clásico), ni como el Sujeto que proyecta fuera de sí, en incesante actividad, el mundo de su creación (como pretende un idealismo mal entendido), sino más bien —y esto es idealismo verdaderamente radical y consecuente— como la Relación misma de sujeto y objeto («Representación»), fuera de la cual ambos términos opuestos revelan su carácter incompleto y su inconsistencia, anulándose uno a otro en posiciones contradictorias.
Hamelin coloca decididamente la concreción de la relación en la Personalidad que sólo puede realizar, como voluntad libre, la síntesis del mundo subjetivo de la contingencia y del mundo objetivo de la necesidad, traduciendo las infinitas posibilidades de la acción en *a trama indispensable de las relaciones cognoscitivas, las cuales le dan su concreción y realidad. La originalidad más evidente de la obra consiste en la vigorosa tentativa, hecha con el apoyo de abundante material ya recogido por Renouvier, pero sometido a una reelaboración personal, de un análisis y sistematización racional de las categorías, es decir, de los principios organizadores que sirven para constituir y fundar, según direcciones y planes fundamentales, el mundo del conocimiento, base necesaria de la acción creadora. Son categorías: la relación, el número, el tiempo, el espacio, el movimiento, la cualidad, la alteración, la especificación, la causalidad, la finalidad y la personalidad.
Contrariamente a la inspiración empirista del neocriticismo que repugna a toda construcción apriorística, Hamelin cree en una «deducción» de las categorías, en la posibilidad de deducirlas racionalmente, descubriendo el íntimo proceso que las une recíprocamente y que consiste en la dialéctica. La dialéctica no se entiende, sostiene el autor, en sentido hegeliano, como progresiva posición de términos que se anulan unos a otros por su respectiva contradicción, sino como progresiva posición de términos que se relacionan por su oposición en una serie progresiva de síntesis, cada una de las cuales no elimina, sino implica siempre a las precedentes y es supuesta siempre en las siguientes hasta la síntesis suprema: ésta es la Personalidad que no tiene antítesis, comprende todas las categorías precedentes y es principio de movimiento y desarrollo de las mismas.
La categoría del tiempo, por ejemplo, no anula las dos categorías opuestas de la relación y el número, de las que es síntesis: el vínculo requerido por la relación, la «distinción» exigida por el número están comprendidos en el tiempo, que es una cantidad continua en una serie irreversible, sencilla, única. Contra el materialismo y el panteísmo idealista y contra toda forma de antropocentrismo, Hamelin está dispuesto a aceptar un teísmo de tipo leibniziano con el que justifica un monadismo, pero limitándolo en sentido hipotético. Contra el berg- sonismo, Hamelin demuestra que la inteligencia puede superar al asistemático y desordenado empirismo de los hechos sin necesidad de recurrir a facultades irracionales.
G. Bertin