Título metafórico de un escrito apologético en 36 capítulos del autor cristiano del siglo II cuya vida se desconoce. La Embajada está dirigida a Marco Aurelio v a su hijo Cómodo, y fue compuesta probablemente entre 176 y 180. Atenágoras se dirige al emperador con prudentes palabras de respeto y admiración por su justicia, su nobleza de ánimo, su cultura y considerándole más como filósofo que como conquistador.
El esquema de la obra, expuesto en el tercer capítulo, es muy sencillo y claro: Atenágoras quiere defender a los cristianos de las tres distintas acusaciones de ateísmo, canibalismo e incesto; se extiende mucho más al tratar de la primera, mientras que las otras dos, de por sí absurdas, las trata en conjunto en sus últimos diez capítulos, en los cuales después de la confutación, describe también las virtudes del perfecto cristiano y en primer lugar su ideal de pureza, hasta en la intención, y la inviolable santidad del vínculo matrimonial.
En la primera parte, después de haber pronunciado la defensa del monoteísmo, citando para ello los testimonios de los poetas y de los filósofos paganos, y añadiendo una hábil exposición de la doctrina de la Trinidad, Atenágoras demuestra que la fe de los cristianos es más profunda y su moralidad más alta que la de los paganos; sigue la polémica contra la mitología, el antropomorfismo, la idolatría, que es, según el autor, consecuencia de prodigios obrados por los demonios; para confirmar el absurdo del politeísmo también cita poetas y filósofos paganos. La obra de Atenágoras se caracteriza por una serenidad y un equilibrio mucho mayores que las de sus predecesores Taciano y Justino.
También su conocimiento de la cultura y de la filosofía griegas, aunque evidentemente basado en manuales de la época, es más serio y fundado que el de los apologistas precedentes. El estilo y la lengua, aunque a veces pesados y monótonos, revelan la influencia de las escuelas de retórica y el esfuerzo constante del autor para atenerse a las reglas del aticismo. Sobre todo es digna de notar en Atenágoras su actitud de respeto, por una parte, ante el Estado y, por otra, ante la filosofía.
C. Schick