Drama en un acto y seis cuadros de (1862-1946), escrito en 1896, publicado y representado por primera vez en 1905. El autor ha llamado a esta obra «nocturno» y presenta en ella la refundición en forma dramática de una tétrica novela corta de Grillparzer: El convento de Sendomir (v.). Sin embargo, la refundición es muy libre, tanto en lo referente a la trama de la acción como respecto a los caracteres de los personajes. En un crepúsculo vespertino un caballero alemán, acompañado de su criado, llega al convento de Sendomir y es alojado en una tétrica celda del claustro. Al fraile que le acompaña le muestra el medallón con el retrato de su mujer y de su hijo, que lleva sobre el pecho, y le confía que en ellos radica su felicidad.
El fraile le pone en guardia: «Nadie edifique su fortuna sobre una mujer y un niño… para no acabar un día fundando conventos». El caballero se duerme, y en su sueño, se le aparece la dolorosa historia del fraile, que en otro tiempo fue el conde Starscensky. En una hermosa sala, llena de sol, Starscensky, ricamente vestido y feliz, tiene en sus brazos a su pequeña de dos años. Se suceden las escenas de amor entre Starscensky y su hermosísima mujer, Elga, arrancada por él de la miseria. En el sueño el caballero ve más tarde la traición de Elga, enamorada del poeta Oghinsky, su primo, y la feroz venganza del marido que hace estrangular al amante en el mismo lecho donde él está soñando.
Ve también la fiera indignación de Elga ante el muerto, a quien defiende «como una loba defiende a su cachorro». La mujer niega el perdón al marido, porque se siente unida al muerto por un lazo indisoluble, y Starscensky, después de transformar en convento su fastuoso castillo, se hace fraile. El caballero se despierta al amanecer y huye con su criado. Es bastante clara la intención de Hauptmann de transfigurar en una visión completamente soñada un episodio terrible, de volcar su naturalismo en un experimento simbolista y fantástico, con aquel fondo de religiosidad primitiva propio de su naturaleza silesiana. Elga, que recoge evidentes influencias del «Traum ein Leben» de Grillparzer, aunque el que sueña no tiene la menor intervención en la acción, es contemporánea de la Campana sumergida: una primera tentativa de evadirse con la fantasía de los vínculos de la realidad, y encarna, con su forma mixta de realidad y de fantasía, el motivo de la «m er demoníaca», que unos años más tarde había de conocer tanta fortuna en gran parte de la poesía moderna alemana.
O. Signorelli Resnevich