El Ruiseñor De Wittemberg, Hans Sachs

[Die Wittembergisch Nachtigal]. Pequeño poema alegórico con que el maestro cantor alemán Hans Sachs (1494-1576), en 1523, bajó a la palestra religiosa en favor de la Reforma (v.). A la luz pálida y engañosa de la luna (la doctrina católica), las ovejas (les cris­tianos) han sido descarriadas por el león (el papa León) y llevadas al desierto de la falsa y vacía religiosidad, y muchas de ellas han caído, víctimas suyas y de los lobos (los sacerdotes), mientras unas ser­pientes (los religiosos y las monjas) les chupan la sangre. Pero se eleva un canto en Oriente y el alba anuncia un nuevo día: «¡Despertad, el día se acerca: oigo cantar en el verde seto un dulce ruiseñor!» Es el alba de la nueva fe, de la Reforma, y el dulce ruiseñor es Lutero.

Él conducirá de nuevo el rebaño a Cristo, sin prestar oído estúpidamente a las voces del macho cabrío, del cerdo, de la gallina y del gato (los cua­tro polemistas católicos Emser, Eck, Cochláus y Murner). El poema, de 700 versos pa­reados, que fue también reducido por el poeta a la forma de canto, obtuvo vastísima resonancia y difusión, pero suscitó también fiera oposición, a la que Hans Sachs replicó con cuatro diálogos en prosa, vivos, agu­dos, combativos, llenos de fe en el triunfo de la Reforma, dentro del espíritu de ésta. Continuó después actuando, pero no tomó ya parte nunca más en la polémica reli­giosa, más atento a las inspiraciones de su musa sencilla y popular.

G. A. Alfero

*    El mismo título El ruiseñor de Wittemberg [Naktergalen i Wittenberg] tiene un drama en cinco actos del sueco August Strindberg (1849-1912), compuesto en 1903. Es una biografía dramatizada de Lutero; a cada período de la vida del reformador, desde su infancia hasta la victoria de su reforma, está dedicado un acto. Este Lu­tero es violentamente inhumano: «Yo no perdono nunca a un enemigo, si antes no le he roto brazos y piernas», y el propio Strindberg advirtió su carácter antipoético, precisamente porque estaba tan privado de dudas y de escrúpulos, de piedad y de amor, e intentó vanamente suplir su vacío inte­rior con la riqueza decorativa, evocando los principales personajes de la época, desde Erasmo a Lucas Cranach, de Ulrico de Hutten a Hans Sachs.

V. Santoli