[Der Kónig in Thule]. Balada de Johann Wolfgang Goethe (1749-1832). Leída a unos amigos durante el verano de 1774, fue puesta por primera vez en música por el barón K. S. Seckendorff [Volks-und andere Lieder, 3.a serie, 1782] .
El texto, publicado en la primera redacción de Fausto (el llamado Urfaust, v. 611 y sig.), presenta variantes respecto al publicado por Seckendorff; otras variantes formales aparecen en las dos primeras estrofas de la redacción definitiva, publicada ya en el llamado «Fragmento» (v. 1.222 y sig., Fausto, v.), impreso en 1790. En la redacción definitiva de Fausto (v. 2.759 y sig.) esta balada interrumpe acertadamente el soliloquio de Margarita que, en contraste con el de Fausto, elocuente y solemne, resultaría pálido si la canción del rey de Tule no viniese a conferirle gracia y, con su naturalidad, preciosismo poético. El argumento de la balada es la fidelidad en el amor. Hay en Tule un rey al que su amada, al morir, ha regalado una copa de oro. Nada tenía de más precioso en el mundo; cada vez que bebía, sus ojos se llenaban de lágrimas. En trance de morir, lo dejó todo a sus sucesores, menos la copa.
Convidados por última vez los caballeros de su séquito en el castillo a orillas del mar, se levantó para beber en el cáliz, para él sagrado, el último sorbo, y lo arrojó a las olas. Lo vio caer, llenarse de agua, desaparecer: quedó con la mirada fija y ya no bebió más. El encanto de esta balada radica en la unión de delicadeza y sencillez, de un arte consciente y refinado con una entonación popular y aparentemente tradicional, en lo que Goethe fue maestro sin rival en la poesía moderna. Debido a ello y a la destacada influencia del gusto romántico, esta balada gozó de una gran difusión y fue puesta en música por varios compositores, entre ellos Schubert, Berlioz, Schumann, Gounod. [Trad. española de Rafael Cansinos Assens en Obras completas, tomo I (Madrid, 1950)].
V. Santoli
Entre los lieder de Goethe hemos de poner en primer lugar el Rey de Tule, el Cantor, el Pescador e, inmediatamente después, el Rey de los Elfos. Son precisamente lieder como éstos los que, si alguna vez la poesía contemporánea es capaz de producir algo imperecedero, pueden vivir a través de los siglos, como patrimonio de todo el pueblo, sobre la boca viva del canto, mientras la novela depende del espíritu del tiempo, la escena de las condiciones externas de la nación, y la poesía más alta, de la religión y de la filosofía. (F. Schlegel)