[Die Entführung aus dem Serail]. Ópera bufa en tres actos estrenada en 1782, con libreto sacado de Belmonte y Constanza de Bretzner.
Su éxito fue inmediato. Por primera vez el público encontraba en una obra escrita en lengua alemana la vivacidad de la ópera cómica italiana, que parecía única en haberse apropiado el secreto de la vida escénica. Por otra parte, era la primera vez que, en una «opereta», se admiraba tan señoril perfección de la música, tanta riqueza y propiedad instrumental, tanta consistencia de lenguaje melódico. Porque El rapto del serrallo es, propiamente hablando, un «Singspiel», esto es, un espectáculo musical mezclado de canto y recitación en prosa, con un argumento que adquiere tono de farsa. Mediocres pero agradables compositores (entre ellos Dittersdorf, contemporáneo de Mozart) proporcionaban las melodías para ese género, sin hacer mucho caso de la propiedad escénica y dramática de la obra. Mozart cayó en ese ambiente tranquilo y acomodaticio, como un águila en un gallinero.
La música de este «Singspiel» era de técnica compleja, con pormenores contrapuntísticos, graciosísimos y difíciles de ejecutar; pero lo que determinó el triunfo de la obra fue que aquella música se ajustaba en todo momento a la situación escénica, sin permitirse desviaciones como a veces hacían los compositores italianos. El argumento es sencillísimo: en la playa, ante el palacio del Bajá, un tenor, Belmonte, viene buscando, con afligidos lamentos, a su novia Constanza, caída en manos de los turcos. Gracias a la ayuda de su astuto criado, Pedrillo, que ha entrado al servicio del Bajá en busca de su propia novia, Blonde, también prisionera, Belmonte consigue eludir la vigilancia del terrible Osmín, guardián del serrallo y amo de Blonde, y así puede encontrar a su Constanza. Por dicha, todavía no se ha perdido nada; Blonde, con su vivacidad de lenguaje y su ánimo valeroso, sabría defenderse aunque fuese de todo un regimiento de jenízaros, y la suave y desarmada Constanza ha tenido la fortuna de hallar un melifluo Bajá muy caballeroso, el cual no quiere en absoluto coger el fruto antes de que esté maduro y espera a que Constanza se enamore de él.
Fracasada la fuga de los cuatro, son conducidos, encadenados, ante el Bajá; pero ahora resulta que Belmonte es hijo de un almirante cristiano, bárbaro y atroz enemigo del Bajá, causa de sus innumerables desgracias. Consternación general: Constanza se dispone a morir feliz junto a su afligido Belmonte; Pedrillo está aterrorizado; mas Blonde no se desanima. El tremendo Osmín está contentísimo y ya saborea el espectáculo de dos cristianos colgados, empalados, asados vivos o descuartizados; pero he aquí que el caballeroso Bajá, después de regodearse un momento con sus ideas de venganza, le dice a Belmonte: «Llévate a Constanza, date a la vela hacia tu patria, y di a tu padre que te he tenido en mi poder y que te he dejado libre para que él sepa que es mayor satisfacción pagar una ofensa con un beneficio que amontonar ruinas sobre ruinas». Naturalmente, también Blonde y Pedrillo son indultados.
«Vaudeville» final: en un maravilloso andante sentencioso, los cuatro enamorados expresan su reconocimiento cubriendo las exclamaciones del aterrorizado Osmin, y después se van, felices y satisfechos, entre un coro de jenízaros. Se dice que en esta ópera, Mozart se abandonó más que de costumbre a efusiones expresivas porque veía en las tribulaciones de Belmonte y Constanza las adversidades con que tropezaban él y su Constanza -Weber (su matrimonio se celebró justamente en 1782). Pero quien esté acostumbrado al calor melódico y vital de la ópera cómica italiana, también el Rapto le parecerá obra típica de un artista que — como decía Busoni — «si debe conmover, él no debe conmoverse, para no correr el riesgo de perder en el momento culminante el dominio de sus procedimientos artísticos». Especialmente las arias elegiacas y formalistas de Belmonte no autorizan suposiciones de tal género.
En cambio, es innegable que la suave figura de Constanza es contemplada con cierta ternura, particularmente en su primera aria y en el dúo en que, a la mesurada desesperación de Belmonte, ella opone su tierna felicidad de morir por el amado. La expresión del dolor pasa siempre a segundo término, y sólo queda como una sombra de melancolía en los diversos aspectos que va revelando este personaje, retrato de muchacha amorosamente trabajado. Efecto predilecto de Mozart es el paralelismo entre dos parejas de enamorados, gracias al cual obtendrá, en sus óperas siguientes, resultados cada vez más elevados: por una parte, la pareja aristocrática, toda suspiros, elegía y ternura; por otra, la popular, jovial, libre y materialista. Blonde, con sus actitudes de «soubrette», tiene un aria bellísima («Welche Wonne, welche Lust») y un malicioso dueto con Osmín que, junto con la escena en que Pedrillo emborracha al terrible guardián, resumen la alegría sobria y mesurada de la obra. La escena culminante es el cuarteto del segundo acto, típico ejemplo del carácter de farsa del «Singspiel»: los cuatro enamorados se hallan por fin reunidos; pero una molesta sospecha se abre camino en los dos hombres, que acaban por expresarla: Belmonte con extremada delicadeza, Pedrillo con su incorregible vulgaridad.
Los dos querrían saber por Blonde si Osmín no ha hecho valer sus derechos de propiedad sobre ellas. La escena se desarrolla con deliciosa simetría dieciochesca: Constanza se estremece, púdica; Blonde atiza una tremenda bofetada a Pedrillo, después de lo cual los dos amantes se confiesan convencidos y piden y obtienen perdón. El contrapunto psicológico— púdica delicadeza de la pareja noble, franca y ruda energía de la pareja plebeya — constituye uno de los más perfectos aciertos teatrales de Mozart. También es admirable la famosa obertura, obra juvenil, ágil y vibrante de alegría, con matices de señoril generosidad y no utilizada en el resto de la obra, salvo en dos compases que introducen la primera escena y en alguna rápida conclusión orquestal.
M. Mila
En El rapto del serrallo, Mozart alcanza la plena madurez de su genio. Tras obras como Don Juan y Las bodas de Fígaro, los contemporáneos tenían derecho a esperarlas en abundancia de la pluma fecunda de Mozart; pero no estaba en las posibilidades del maestro darnos un segundo Rapto del serrallo. Hallo en esta obra el reflejo de su juventud, flor de la vida que no puede abrirse más que una vez. (Weber)
En general, la melodía de esta obra es sencilla, dulce, poco original; los acompañamientos tienen escaso relieve, son monótonos, infantiles; su instrumentación es la de su época, pero mejor ordenada que en las óperas de sus contemporáneos. (Berlioz) Es en la ópera, indiscutiblemente, donde Mozart produjo lo más importante y decisivo para la música. (Wagner) En la historia de la música alemana y en la de la evolución del genio de Mozart, El rapto del serrallo ocupa un lugar de capital importancia. En cuanto a la impresión que podemos tener hoy de esa obra, es menester confesar que es menos viva de lo que podía serlo para los contemporáneos del maestro o para la época en que escribía Weber… Por esto, dejando aparte alguna página encantadora, El rapto del serrallo es hoy una ópera históricamente interesante más que una creación que pueda suscitar una admiración espontánea. (Dukas) Animados por el calor de su corazón, los personajes convencionales del drama lírico han encontrado, bajo la insipidez del diálogo y la monótona galantería de las situaciones, un acento personal cuyo encanto vive siempre para todos los que aman. Este amor no tiene nada del ímpetu romántico; no es más que la dulzura o la tristeza de amar. (Rolland)