[The Principie of Individuality and Valué]. Obra del filósofo inglés Bernard Bosanquet (1848-1923), publicada en 1912, constituida por un curso de lecciones, al igual que la otra obra de título bastante parecido, que se puede considerar como complemento de la primera: El valor y el destino del individuo [The Valué and Destiny of the Individual].
El autor, que pertenece con Green y Bradley a aquella corriente del pensamiento anglosajón que se acercó al idealismo de Hegel, parte del concepto del universal concreto en el que lo Absoluto no excluye lo relativo y múltiple. Bradley, inspirándose en Hegel, pero hipostatizando su concepto del espíritu en una unidad sin movimiento y sin dialéctica, ¿había concluido que solamente Dios es real, mientras el mundo se pierde en una ilusoria apariencia; Bosanquet, aunque aceptando en principio esta posición, trata de corregir su crudo dualismo. Es cierto, dice Bosanquet, que el mundo de la experiencia es aparente y contradictorio, pero éstos son precisamente los caracteres de ese mundo, que no deja, por lo tanto, de tener un típico valor y significado propio.
Mejor dicho, si no existiese lo finito con sus contradicciones, sus limitaciones y su relativismo, no sería posible ni siquiera la infinidad de lo Absoluto, que solamente se expresa y realiza en lo temporal y relativo. La razón no es por lo tanto una mera abstracción, como dice el empirismo, sino una actividad unificadora, «la forma activa de la totalidad», que hace posible la universalidad concreta, es decir, la universalidad de lo Absoluto que se realiza en lo finito y lo relativo. De manera que el mundo no le parece a Bosanquet separado en una discorde multiplicidad, como sostienen los pluralistas (James, Schiller, Me Taggart), con los que el autor, de acuerdo en esto con Bradley, polemiza, sino vinculado en una unidad rica en significados distintos, que siempre armoniza, y al mismo tiempo enriquece, como en una obra de arte, los varios aspectos particulares de que se compone.
La infinidad de lo Absoluto no es contraria ni negadora de la particularidad, ni lo que más importa, de la individualidad. Mejor dicho, la verdadera individualidad se aclara solamente frente a la idea de lo Absoluto, ya que el individuo es tal en cuanto que pone lo particular en relación con lo universal, el mundo en relación con Dios, la relatividad en acuerdo con lo Absoluto. En este sentido el individuo es fuente de valor, puesto que solamente en la relación correlativa entre lo relativo y lo Absoluto se hace posible la verdadera valuación del mundo de las cosas y obras humanas. A pesar de que el autor repita a menudo que la relatividad, con sus negaciones, es necesaria, precisamente como tal, que el mal no se puede negar, ni se puede negar el sentido trágico de la vida, en realidad el tono general de su pensamiento, y muchas declaraciones suyas, atestiguan un optimismo que acaba por suprimir todo significado negativo y dramático de la existencia. «No hay ningún mal — escribe — que no pueda contribuir al bien y ser absorbido por ej. bien».
El mundo ha de orientarse hacia el reconocimiento de una perfección cada vez más alta: de tal perfección actualmente podemos encontrar sólo un presentimiento en las grandes obras de arte. Al final de su obra Bosanquet toca el problema de la libertad y trata de demostrar que la libertad existe a pesar de que el individuo, en un universo donde todo se resuelve en bien, no tenga posibilidad de elegir entre bien y mal. La filosofía de Bosanquet es importante, además de por su tentativa de acercar el pensamiento anglosajón a las grandes corrientes del idealismo alemán, por su significado negativo, puesto que demuestra la imposibilidad de reconciliar lo Absoluto con lo relativo, lo Uno con lo múltiple, ya que, en esta reconciliación, lo múltiple se disuelve y lo Uno pierde su real significado, problema que continuará más tarde, en toda su profundidad, aunque sobre bases diferentes, la reciente filosofía alemana de la existencia.
E. Pací