[Sydpolen]. Libro publicado en 1913, en el que el explorador noruego Roald Amundsen (1872-1928) narra las vicisitudes de la expedición que por primera vez alcanzó el Polo austral.
El 14 de enero de 1911, después de un largo viaje de treinta mil kilómetros, el «Fram», navío que había llevado a Nansen a través del Océano Glacial Ártico, desembarcó en la Bahía de las Ballenas, al borde de los hielos de la Barrera de Ross; el cuerpo de la expedición estaba compuesto de nueve hombres y ciento dieciséis perros. La primavera se pasó en viajes para crear depósitos de víveres en el camino al Polo Sur; en el verano — estación más fría en el hemisferio Austral — se llevó a término la construcción de una cabaña y varias grutas de nieve a las que se dio el nombre de «Casa del Fram» [«Framheim»].
Fallida una primera tentativa por el excesivo frío, el 20 de octubre un grupo compuesto por cuatro hombres con cuatro trineos y cincuenta y dos perros, bajo la guía de Amundsen, después de dejar la base y atravesar la Barrera, llegó al pie de la cordillera de la Reina Maud, de cimas superiores a los cuatro mil metros, y la atravesó felizmente. Después de aquel primer esfuerzo se alcanzó la altiplanicie polar; y en una marcha de casi dos semanas, la expedición pudo plantar la bandera noruega en el Polo Sur, precediendo cerca de un mes a la desgraciada expedición Scott. El viaje de vuelta se hizo con una gran rapidez; el 26 de enero de 1912, los exploradores se encontraron de nuevo en «Framheim», después de haber recorrido en solo noventa y nueve días el largo viaje de ida y vuelta (cerca de tres mil kilómetros).
Al mismo tiempo otro grupo de tres hombres y dos trineos alcanzaba por primera vez la Tierra de Eduardo VII, ya avistada por Scott en 1902. El libro está animado de un cálido sentido de humanidad, que hace sugestivas las descripciones del desolado paisaje polar, los cuadros de vida en la cabaña y bajo la tienda, los retratos individuales, con las distintas reacciones de cada uno ante las dificultades y sacrificios inevitables, las escenas cómicas con focas y pingüinos; son especialmente conmovedores los pasajes dedicados a la resistencia, al oculto heroísmo y a los sufrimientos de los perros, valientes y preciosos compañeros de los exploradores. Amundsen se revela como hábil escritor que ha sabido sacar de su experiencia vivida, motivo para un relato animado y agradable.
P. Gobetti