El mentado dramaturgo Pedro Calderón de la Barca Henao (1600-1681) escribió también un auto sacramental con idéntico título.
El Lucero, vestido de Demonio, confiesa a la Culpa el profundo odio que siente por el Hijo del Todopoderoso. El Hijo es maestro en todas las ciencias, en la teología, en las leyes, la filosofía, la medicina; además conoce a fondo las artes liberales: dialéctica, astrología, aritmética, arquitectura, geometría, retórica, música y poesía. Pero lo que más indigna al Lucero es que el Hijo sea también pintor; acaba de concluir en seis días el cuadro de la Creación, y ahora trabaja en el retrato del hombre, imagen de su idea.
Lucero teme que el Hijo anime la pintura con su soplo, y pide a la Culpa que le ayude a evitarlo y a hacer del Hijo de Dios un pintor de su deshonra: «Que aunque al óleo de la Gracia/la pinte, también nosotros,/haciéndola que se incline/al temple de sus antojos,/la haremos pintura al temple,/aunque él la matice al óleo». La Culpa- se esconde bajo la sombra de un árbol. El Pintor divino aparece, acompañado de la Inocencia, la Ciencia y la Gracia, que traen la paleta, el tiento y los pinceles. Una vez terminado el cuadro, el Pintor da forma a la materia con el aliento de la vida; cae el cuadro, y en su lugar aparece la Naturaleza humana.
Ésta comienza a hablar, pregunta quién la ha hecho pasar del no ser al ser; el Pintor responde que él le ha dado la existencia para convertirla más tarde en esposa suya. Pero la Naturaleza se deja seducir por la serpiente. Dios quiere entonces borrar su pintura, el Mundo, con la «bronquedad» de la brocha: «El Mundo, tálamo injusto/de sus adúlteras bodas,/tengo de borrar, haciendo/que por todo el país corra,/en vez de sutil pincel/la bronquedad de la brocha». También empleará en su destrucción el diluvio, puesto que el agua borra las pinturas al temple (el Albedrío ha convertido en pintura al temple lo que era pintura al óleo). El Mundo y la Naturaleza piden misericordia; el Pintor arroja una tabla a las olas en señal de perdón; el Mundo y la Naturaleza se salvan en la tabla y llegan con ella a las cumbres de Armenia.
El Lucero está decepcionado de que la Naturaleza no haya sucumbido en el diluvio; decide destruir su hermosura con ayuda de la Culpa; ésta pone un clavo en la frente de la Naturaleza, diciendo: «Pincel será de mis obras/(pues que por la oposición/sus atributos nos tocan)/este clavo, que en su frente/servirá de negra sombra,/por que vean que la Culpa/su imagen a Dios le borra». La Naturaleza estigmatizada huye. El Mundo pierde así su adorno y hermosura. Cuando reaparece el Pintor, el Mundo le pide su retrato de la ausente. El Amor le ofrece al Pintor la caja de pinturas, que sólo contiene carmín; los pinceles que le dan son tres clavos, el lienzo es una lámina de bronce en forma de corazón, el tiento una lanza; la Pasión de Cristo restituye el destruido cuadro de la Naturaleza humana.
Entre el auto El pintor de su deshonra y la comedia del mismo nombre hay una serie de significativas coincidencias. En ambas obras vemos un pintor ocupado en hacer un cuadro que primero pinta con pintura y después con sangre; pero el Pintor divino no reproduce un modelo vivo, sino su idea. El retrato aparece como el último y supremo logro de la pintura. La naturaleza humana es un retrato hecho por el logros divino, y Él mismo, fuente y suma de todas las ciencias y artes, es pintor. El pintor de su deshonra interesa por su contenido teológico, que revela en Calderón a un profundo conocedor de las doctrinas de Santo Tomás, y de los jesuitas neoclásicos.