[Der gerettete Jüngling]. Publicada póstuma, es una poesía muy conocida de Johann Gottfried Herder (1744-1803), y por su incontestable valor poético desmiente la opinión de quien no quiere reconocer en el gran incitador de energías ajenas una propia fuerza creadora de poesía. Tomada de una de aquellas antiguas leyendas cristianas que Herder resucitó con mayor o menor fortuna, la primera estrofa resume en cuatro versos la moraleja de la leyenda: encontrar- una bella alma humana es una ganancia, conservarla es una ganancia todavía mayor, pero sobre todo es hermoso y difícil salvarla después de haberla perdido. Según la leyenda, la conversión del joven, gracias al vidente de Patmos, San Juan Evangelista, tuvo lugar aproximadamente el año 90. Juan descubre entre sus convertidos a un joven en cuyos ojos habla un alma rica y ardiente; y marchándose, lo encomienda, ante la comunidad, a la vigilancia del obispo. Éste, comprobando los buenos frutos de la educación dada al joven, le deja, paso a paso, una mayor libertad; y a causa de la libertad el joven cae, bajando lentamente por la escalera del vicio, hasta llegar a ser jefe de una banda de bandoleros.
Esta decadencia moral está representada con pinceladas de sobria eficacia. Cuando Juan, al regresar, se entera por el anciano obispo de lo ocurrido, se dirige a los bosques y se hace capturar por los bandoleros y conducir ante su jefe. Luego se arrodilla a sus pies, diciendo que había prometido su alma a Dios y que estaba pronto a morir por él, pero que ya no le abandonaría hasta la muerte. El joven, emocionado y vencido por la fe de San Juan, se convierte de nuevo y vuelve a él, que derrama las bellezas de su alma en aquel corazón ganado nuevamente «por la confianza, la firmeza, el amor y la verdad». La forma métrica no está exenta de nobleza y armonía y resulta adecuada al relato y a la acción, en un sabio alternarse de las estrofas con el verso libre.
C. Baseggio