[L’illustre Gaudissart]. Famoso relato del novelista Honoré de Balzac (1799-1850), publicado en 1833. La figura dominante es la de Félix Gaudissart (v.), el cual es, como tantos de Balzac, un personaje-tipo que reúne todos los caracteres, vicios y virtudes, del perfecto viajante de comercio.
Todavía joven pero ya casi calvo, pequeño, regordete y vigoroso, de cara rubicunda, Gaudissart lleva con desenvoltura el sobrenombre ya tradicional de «ilustre»; brillante, servicial, lleno de ocurrencias y chistes, dotado de un optimismo arrebatador y de una incansable actividad, comenzó con los sombreros, pero su genialidad le ha llevado poco a poco a los «artículos de París», a los seguros, incluso a los diarios. Pasada la revolución de 1830, se dispone a emprender un largo viaje por provincias con el encargo de encontrar subscripciones para el saintsimoniano «Globo» y para el republicano «Movimiento», como asimismo para el reciente «Diario de los niños», y le seguimos en gran parte de su recorrido. El interés del relato se resume sin embargo en el episodio principal: llegado a Turena, a aquella pacífica y bienaventurada tierra de viticultores maliciosos y desconfiados, enemigos del progreso y siempre dispuestos’ a la burla, en una palabra, al país de Rabelais, Gaudissart sufre el primer gran fracaso de su vida. Presentado a un notable de la localidad, éste le juega la mala pasada de llevarlo a casa de un loco, al que le presenta como personaje influentísimo del país. El loco se porta tan bien que Gaudissart cae de lleno en la trampa, y después de una estupefaciente conversación en la que saca a relucir toda su maravillosa elocuencia, se va sin haber concluido gran cosa, pero habiendo comprado en cambio dos barriles de vino que el loco no poseía. La ira de Gaudissart cuando descubre el engaño es grande; pide reparación, y se sigue un burlesco duelo con el organizador de la broma. Luego Gaudissart queda tan descorazonado que abandona el pueblo sin haber cumplido su «misión».
En esta obra, como en otras, Balzac no se abstiene de moralizar y hacer los más sombríos pronósticos acerca del próximo triunfo de la democracia niveladora, de la cual el viajante de comercio sería una especie de embajador y peligroso propagandista en la pacífica provincia francesa. Pero pronto le arrastra el gusto por el tema, y se abandona a pintar un minucioso y colorido retrato de su personaje. El contraste entre el progresista Gaudissart y el escéptico tradicionalismo de la Turena, aunque un poco cargado, está lleno de sabor; y la larga escena de burla entre el loco Margheritis, de aspecto grave y alentador pero de respuestas desconcertantemente elusivas y la inagotable elocuencia de Gaudissart, posee una «vis cómica» incomparable.
M. Bonfanttni