El Hereje de Soana, Gerhart Hauptmann

[Der Ketzer von Soana]. Narración del escritor alemán Gerhart Hauptmann (1862-1946), publicada en 1918. En el trastornado ambiente de la Ale­mania de postguerra, cuando todos los prin­cipios sobre los que se había construido el estado alemán parecían definitivamente li­quidados, hubo una especie de retomo y de abandono consciente a los instintos pri­mordiales. El escritor, siempre sensible a los cambios de atmósfera en el ambiente, dio forma en esta narración a la exaltación del erotismo que, casi descuidado en las primeras obras, fué madurando con los años.

La trama en sí no presenta gran origina­lidad. Es la nueva variación de un tema ya tratado en el primer naturalismo, especial­mente en Francia, en gran escala: la his­toria de un sacerdote — católico — que, siempre alejado de las mujeres, llega un momento en que se enamora fatalmente de una muchacha, una pobre pastorcilla, y co­mo consecuencia, cuelga los hábitos y se hace «pagano», transformándose en una es­pecie de «sátiro moderno», y haciéndose una «figura interesante» sobre todo para los turistas que visitan aquella zona del cantón del Tesino, en donde se desarrolla la acción y que era muy conocido por el autor. El lenguaje del sacerdote-sátiro con­serva, sin embargo, sus antiguos vocablos, y así asegura que su amada es una especie «de querubín que le ha abierto las puertas del Paraíso», mezcla de lo sacro y lo pro­fano de bastante dudoso gusto. Cabe des­tacar, también, la expresión con que es definida la muchacha que induce a tenta­ción al pobre sacerdote, ya que, no sólo revela una mentalidad, sino que ha hecho gran fortuna: «La pecadora sin pecado». La narración dio un nuevo barniz de ac­tualidad, con su éxito, a la fama del autor, un poco decaída por el cambio de gustos literarios que trajo consigo el tiempo. Hoy no podemos dejar de notar en ella una honda resquebrajadura. Lo mejor de la obra no es la trama, sino el calor con que des­cribe el paisaje del Tesino, la representa­ción del tormento interior y el gozoso pá­nico, donde el erotismo alcanza algunas veces altura poética.

R. Pellegrini