[Sodoms Ende]. Es el segundo drama de Hermann Sudermann (1857-1928), representado en 1891 en la «Freie Bühne» de Berlín. Con evidente influencia ibseniana, Sudermann quiso representar la decadencia y la inmoralidad del mundo burgués. Willy Janikow, un joven pintor de talento, ha obtenido el primer premio en la exposición internacional de Bruselas con el cuadro El fin de Sodoma, que ha sido adquirido por Adah Barczinovsky, una mundana frívola y corrompida, cuyo salón es el lugar de reunión de los «snobs» berlineses. Willy Janikow, convertido en amante de Adah, cae al mismo nivel de los demás concurrentes de la casa. Y mientras su cuadro — una orgía de carne: mujeres y hombres semidesnudos con el fondo de la ciudad en llamas — triunfa en la pared central del salón, símbolo de la «molicie burguesa» de los barrios elegantes de «Berlin West», Willy se ve obligado a dibujar trajes para fiestas y a organizar cuadrillas de danza. Pero he aquí que, de improviso, se presenta ante Willy un antiguo compañero de estudios, Riemann, al que no veía desde hacía ocho años: la imagen de su vida humilde y laboriosa despierta en Willy la nostalgia de una existencia más pura.
Decide entonces romper toda relación con Adah: y descubre entonces la existencia de Klärchen Fröhlich, hija de su maestro que, al morir, se la había confiado, niña aún, y que había sido educada por la madre de él, María Janikow. Klärchen, enamorada secretamente de Willy, es amada por Kramer, el eterno estudiante, con el cual está prometida. Pero Adah, temiendo que Willy pudiese huir de ella, decide casarle con una riquísima sobrina, Kitty Tattenberg, «un capullo que manos impuras han deshojado antes de tiempo»; y, acompañada por Kitty, la mujer se presenta en casa de María Janikow para conocer a los padres de Willy. Cuando las visitantes se han ido, por una tarjeta escrita por Adah, María Janikow reconoce en su letra la de las cartas que Willy recibía cada día de una mujer, cuya falta de pudor la había horrorizado. Aquella misma noche, Willy, al volver de casa de Adah, borracho y disgustado, después de una breve lucha con su conciencia, seduce a Klärchen, mientras en la habitación de al lado, Kramer ensaya en voz alta la conferencia que tiene que dar al día siguiente hablando del arte de Willy. A la mañana siguiente tiene lugar una explicación entre Willy y Kitty, que, convencidos de su mutuo amor, deciden casarse. María Janikow revela a Kitty las relaciones de su hijo con Adah, y la induce a renunciar a su noviazgo.
Kitty entonces huye, pero Willy la persigue y la conduce consigo a su estudio. Mientras tanto llega Kramer con algunos hombres que llevan el cadáver de Klärchen que, desesperada, se ha ahogado. Y cuando Willy confiesa que fue él quien la sedujo, Kramer se arroja sobre él para matarle, pero Willy cae al suelo presa de una hemoptisis. Kramer lo perdona y el pintor muere, desesperado por no haber podido llevar a cabo su obra de artista. El drama, representado muchas veces en alemania y en el extranjero, encontró siempre la hostilidad del público y las censuras de la crítica. A pesar de una cierta valentía en la pintura de ambiente, las figuras son más bien sumarias; los tipos, malvados, a la manera de Kotzebue y de Iffiand, parecen renovarse con vestidos modernos: y si bien no faltan escenas teatralmente fuertes, la impresión de conjunto es algo convencional. El final de Sodoma, demasiado ligada a una determinada época, fue pronto olvidada.
O. S. Resnevich