El Filisteo Antes de la Historia, en la Historia y Después de la Historia, Clemens Brentano

[Der Philister vor, in und nach der Geschichte]. Obra satírica de Clemens Brentano (1778-1842) que continúa con agudeza uno de los grandes motivos de la sátira romántica, y, antes todavía, de la de Goethe. En tiempos de Lutero — quien se sirvió ampliamente de ella — la palabra tenía aún, según su origen bíblico, el sig­nificado de «enemigo de la verdadera fe». Más tarde, en el siglo XVII, significó, en jerga estudiantil, el «enemigo del espíritu goliardesco». Y de la jerga estudiantil la tomó Goethe para indicar los «ausentes de la vida del espíritu» y, especialmente, los «negados a todo sentimiento de poesía» (v. las Xenien, que querían ser «zorros con la cola en llamas» arrojados a las «cosechas papelescas de los filisteos»). Finalmente, los románticos resumieron en la palabra todo lo que es «mezquino, angosto, prosaico y presumido» y, después de aplicarla abun­dantemente en la polémica contra los «Aufklárer», la identificaron — en los nuevos tiempos — con el «Spiessbürger», el «bur­gués práctico» encerrado en los «aires de suficiencia» de su fácil moralismo; y sólo podrá redimirlo la abierta sonrisa de Heine, por lo menos en domingo, cuando sale en «Sonntagsrócklein», se llena los oídos de trinos de gorriones y poética y conven­cionalmente «begrüsst die schóne Natur» [«presenta sus saludos a la linda Naturale­za»].

La sátira de Brentano es una de las más caprichosas expresiones que tuvo el motivo. La primera redacción, con el título Historia natural del filisteo [Naturgeschichte des Philisters], fue leída en el círculo de los románticos de Jena, donde Fichte re­batió la sátira filosófica, demostrando que el mismo Brentano era el más filisteo de los filisteos. En 1807 sirvió de base a la Mara­villosa historia de Bogs el relojero (v.) y en 1811 fue reelaborada e impresa en 200 ejemplares para los cristiano-alemanes, que la acogieron triunfalmente. El «filisteo» apa­rece en la obra, desde los principios de la historia bíblica, en la figura de Lucifer, ne­gación, límite, «uno» que se contrapone a la unidad universal. Se encuentra nuevamente en Cam, el primero de la estirpe de aquel pueblo que Sansón derrotará y que dará origen a Goliat, vencido por David. Filistea parece, en fin, a Brentano, la masa sorda y opaca, desprovista de espíritu, que se propaga por el mundo y siempre se pro­pagará, el mediocre, el imitador, el pedante, el convencional, que se contrapone al «he­breo» y lo comprende como su polo opuesto y necesario. Aquí la sátira de Brentano se hace mordaz contra la Ilustración clasicista con ganas de filosofar, principalmente la de Berlín, contra la política de Hardenberg, contra todo lo que sujeta el movimiento romántico, el entusiasmo patriótico y el soplo poético. La crítica es divertida y pa­radójica, mordaz y llena de agudezas, pero excesiva en la polémica.

G. F. Ajroldi