He leído por ahí otras críticas de este libro y creo que se quedan en lo anecdótico, aunque quizás sea yo el que se pase frenada al decir lo que voy a decir.
El bolígrafo de gel verde es, sí, una historia fresca y llena de sorpresas en la que el autor consigue llevarnos con su ritmo, siempre cambiante de un lado para otro. Pero no nos cambia de escenario, sino de ánimo, y esa es una de las claves de la novela: el encierro del protagonista, alegoría un poco de todos, que vive en una rutina de la que se ve incapaz de escapar por una serie de obligaciones, costumbres, manías y comodidades que convierten el mundo entero en una celda a base de pequeñas y constantes exclusiones. ¿Hasta qué punto nos damos cuenta d elo que hemos reducido el mundo? Nuestra casa, la ruta hasta el trabajo, los lugares cotidianos, la televisión de siempre. ¿Para eso hacía falta tenerlo todo al alcance de la mano? ¿En que se diferencia el mundo real que no puedes alcanzar del que ves en el cine o de esos mundo inexistentes que crean los autores de fantasía épica?
En la modernidad los fines se han confundido con los medios hasta tal punto que es imposible desenredar esa maraña sin dejarse la piel en el empeño, y eso mismo es lo que va a hacer el protagonista con el pretexto de un bolígrafo de gel verde, o de un pijama de topos azules. El pretexto, por supuesto, es lo de menos.
Porque lo cierto, amigos, es que estamos ante una novela filosófica emboscada tras una aparente trivialidad. Estamos ante un pequeño ensayo, quizás liviano, pero ensayo al fin y al cabo, en la línea de las parábolas, las alegorías, o el género simbólico en todo caso.
Estamos, y más de uno s eme lanzará al cuello, ante una especie española de insoportable levedad del ser. ¿Me he pasado? No lo creo. La insoportable levedad del ser se definía, si lo recordáis, como la angustia de saber que la vida se va marchando sin que seamos capaces de hacer con ella lo que queremos. ¿Y no es eso lo que cuenta también el bolígrafo de gel verde? Yo creo que sí. Eso mismo, pero sin la tristeza checa.
Con nuestra propia tristeza disfrazada de humor incansable y palmada en la espalda. Pero nuestra tristeza. Casi la de Unamuno.
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No te has pasado Javier, no te has pasado ni un ápice porque esa es la misma percepción que he tenido al leerla. La historia es casi lo anecdótico de la novela, que como bien dices es más bien un ensayo y yo añado un ensayo fácilmente leible y masticable al sernos mostrado bajo la forma de novela, pero al fin y al cabo una introspección en el mundo interior que cada uno llevamos dentro, un mundo difícil de describir con palabras pues se mueve a golpe de pensamiento, de procesos neuronales yuxtapuestos, de visiones e imágenes que cuando queremos aprehenderlas ya han sido sustituidas por otras. Este negativo del fluir de la mente humana lo consigue magistralmente el autor con la cadencia y el ritmo de las frases, con los acelerones y paradas en seco de la historia, con las descripciones comparativas que dejan al lector fuera de juego, atrapándolo y conduciéndolo con vertiginoso giro a algún lugar de su ser interno.
La historia podía haber sido otra, podía haber sido tantas… pero la reflexión que se realiza en el libro es mucho más que un suceso de hechos, es como bien dices un escrito simbólico que toca a veces lo esperpéntico y otras lo filosófico. Es el ser manifestado en su más íntimo estado de duda existencial.
Menuda mierda de libro. Mi Querido diario y bla, bla, bla.Paja mental y tal y tal durante la tercera imaginaria.
Me voy a mear. corto y cierro.