[L’annonce faite d Marie] «Misterio» en cuatro actos y un prólogo de Paul Claudel (1868-1955), publicado en 1912; refundición, con notables variantes, de un precedente drama, La jeunefilie Violaine (1900) que se desarrollaba en el tiempo moderno, y cuya primerísima versión se remonta a 1892. En esta obra estilizada en líneas de una belleza mítica y casi hierática, se escruta el misterio de la Concepción del Espíritu. El poeta quiere hacérnoslo sensible encarnándolo en el centro de nuestra humanidad, por medio del símbolo de la «feminidad pura» personificado en Violaine. Heredera de un feudo sagrado donde la vida tiene su ritmo natural y humano, pero también divino (allí, sobre la colina, se levanta el monasterio, con el Santuario, donde Dios está presente), está prometida a Jacques por su padre que marcha a la Cruzada.
Pero su belleza virginal había abierto en el corazón de Pierre Craon, el místico constructor de iglesias, la herida incurable del deseo a la que contesta otra llaga real: la lepra. Cuando Violaine, en la plenitud de su felicidad, tiene la revelación de su llaga pútrida, la señal de muerte en nuestra carne corruptible, que Pierre oculta en su costado, es vencida por la piedad y le da el beso fraternal que deberá curarlo, pero que mancha inexorablemente su carne inocente con el terrible morbo. Sin embargo confía en que Jacques no le faltará y que el amor será para él un privilegio del alma. Pero Jacques, demasiado humano, ve en la lepra de Violaine la confirmación de las pérfidas acusaciones de Mara y la arroja como perjura casándose en cambio con su tenebrosa hermana. Violaine no se defiende, aceptando en silencio su sacrificio de mujer e inicia el tremendo calvario que habrá de llevarla a la santidad. De la Cruz, que es entendimiento de muerte, rebrotará la vida: este es el primer sentido del misterio. Tras ocho años de abandono y de dolor, en los cuales la leprosa se ha vuelto ciega y vive en una gruta del bosque, Mara vuelve a ella para llevarle su niña muerta, en un suprema tentación a Dios. Y ella, estrechando contra su corazón el pequeño cadáver — carne de la carne del hombre amado — siente en un espasmo mortal rebrotar la vida de sí. Una gota de leche, que queda en los labios de la niña resucitada, y el cambiado color de los ojos, que se han vuelto azules como los de Violaine, demuestran que hay una generación del espíritu que no niega, sino que asume la maternidad de la carne. Este es el segundo sentido del misterio.
Sin embargo la pérfida Mara, celosa hoy de la santidad de su hermana como estaba ayer de su dulce feminidad, no revela el milagro a Jacques y trata de matar a Violaine enterrándola viva bajo un montón de arena. Así la encuentra Pierre de Craon que la lleva moribunda a su feudo. Sólo entonces revelará ella a Jacques, en su último diálogo, su inocencia, y dejándole en prenda el amargo dolor, que es el pan de la tierra, pide ser llevada al umbral del monasterio abandonado para morir. A su muerte el viejo padre cruzado, que ha vuelto a su tierra, explicará el sentido de su divina sabiduría, mientras una mano invisible tocará desde el cielo, en el santuario, el Angelus: para recordar aquel primer misterio cristiano (La Anunciación del Ángel a María) del que derivan todos los demás: raíz y fuente de nuestra redención. Esta obra excepcionalmente compleja, empapada de un sentido de alta poesía, ejerció una poderosa sugestión, y está considerada generalmente como la obra maestra de Claudel.
V. Lupo