[The analysis of Beauty]. Obra teórica del pintor y grabador inglés William Hogarth (1697- 1764), que fue publicada en Londres, con la colaboración de algunos amigos, en 1753. Con objeto de aclarar las vagas e inciertas ideas corrientes acerca de la materia, el autor intenta mostrar por qué razones ciertas formas nos parecen bellas y graciosas, y otras feas y desagradables. En primer lugar examina los principios fundamentales que corrigiéndose y reforzándose recíprocamente, concurren a producir lo bello en la naturaleza y en el arte: son la conveniencia o correspondencia de las partes de cada objeto con su fin: la variedad, la uniformidad o simetría, la cual sin embargo place sólo en cuanto suscita la idea de la correspondencia, y que por sí misma debe evitarse, a lo menos en pintura; la sencillez que especialmente favorece a la belleza cuando va junta con la variedad (en este sentido el óvalo es preferible al círculo, el triángulo al cuadrado); la complicación, que obliga al ojo humano a una placentera investigación; en fin la cantidad o sea la amplitud de las masas y las dimensiones. Pero, sobre todo, el autor se interesa por la naturaleza de las líneas y por sus diferentes combinaciones, subdividiendo figuras y objetos, en varias clases y reconociéndoles un diverso y creciente grado de esteticidad según estén formados de líneas enteramente rectas o circulares, o de líneas mixtas, o presenten, además de las citadas, la línea ondulada formada por dos curvas en contraste — que según Hogarth contribuye más que otra alguna a la belleza— y la serpentina o espiraliforme, propia de la gracia.
El empleo de estas dos últimas líneas es esencial en el arte de componer formas agradables: sin la primera, por ejemplo, no se puede dar elegancia a los objetos, sin la segunda no se puede representar dignamente la figura humana. Otros capítulos tratan del problema de las proporciones (aunque el autor niega que la infinita variedad de las formas pueda quedar vinculada a un esquema geométrico) y del colorido, cuya excelencia consiste, según dice, en saber distinguir y fundir a un mismo tiempo las tintas de los diversos objetos. Las últimas páginas tienen por tema la expresión fisionómica y las actitudes y movimientos del cuerpo humano, cuya valoración estética hace depender también de los ritmos lineales. Eje de todo el libro es, en efecto, la idea de la línea sinuosa y la serpentina como principales coeficientes de la belleza y de la gracia. Alrededor de este concepto, ya señalado en la literatura artística del Manierismo italiano y que el autor toma precisamente del Tratado del arte de la pintura (v.) de Lomazzo, gira toda una teoría de lo bello que, a pesar de su superficialidad y su escaso valor teórico, ofrece singular interés por sus curiosas ejemplificaciones, y aplicaciones (como en las planchas con figuras y en los «excursus» acerca de la moda y de la danza); además, históricamente se justifica la relación con ciertos aspectos del gusto figurativo del siglo XVIII. Esta obra, que por su libertad antiacadémica se opone al tradicionalismo de los contemporáneos Discursos (v.) de J. Reynolds, se difundió ampliamente, aunque encontrando vivas oposiciones. Fue traducida al alemán y al italiano (Liorna, 1771); más tarde también al francés.
G. A. Dell’Acqua