Ballet con canto, en un acto, de G. Martínez Sierra, música de Manuel Falla (1876-1946). Fue compuesto en 1915 y ejecutado el mismo año en Madrid. Candelas, joven gitana, amó a un gitano seductor y hermoso, pero malvado y celosísimo, que más tarde murió. Desde aquel día ella se ve perseguida por el espectro del amante muerto, celoso de Carmelo, el nuevo enamorado de la muchacha. Ese espectro aterroriza a Candelas especialmente cuando se encuentra con Carmelo e impide que se den el beso ritual del perfecto amor. Entonces Carmelo, sabiendo que el muerto era un impenitente mujeriego, sustituye cierta noche a la mujer amada por otra hermosísima gitana. El espectro aparece y la mujer cede a la corte que le hace el difunto. Entre tanto Carmelo y Candela consiguen darse el beso que además de sellar su amor, tiene la virtud de disolver para siempre las obsesionantes apariciones del espectro. Falla escribió para el ballet una música muy brillante y de vivos colores, que arraiga en la más sana y auténtica tradición de la música popular española. Decimos sana y auténtica, porque existe todo un españolismo convencional y amanerado, donde las inflexiones melódicas, armónicas y rítmicas del más genuino canto popular español, originario de Andalucía, quedan alteradas y falsificadas. A partir del canto popular más antiguo de España, que sigue viviendo a través de testimonios no escritos, sino transmitidos de generación en generación por cantadores y tocadores de guitarra. Falla ha podido dar a su música caracteres de escritura armónica que se compenetran naturalmente con las experiencias musicales europeas contemporáneas. Una larga permanencia del compositor en París, le aproximó a las formas de la música europea posterior a Debussy. Páginas más decisivas, en el sentido de una realización más completa de la personalidad musical de Falla, se encuentran en los ballets El sombrero de tres picos (v.) y El retablo de Maese Pedro (v.), obras cronológicamente posteriores al Amor brujo.
A. Mantelli