[L’alba, il giorno, la notte]. Comedia en tres actos del dramaturgo italiano Dario Niccodemi (1874-1934), representada el 29 de marzo de 1921. Tiene sólo dos personajes —Anna y Mario — y consta de tres diálogos bastante largos pero ligerísimos, apenas interrumpidos por algunas voces de parientes de Anna, que nuca se ven. En el alba, Mario encuentra en el bosque a una muchacha y la sigue, con extraña curiosidad, hasta el jardín de su quinta. El diálogo se inicia con las necesarias explicaciones, tanto de la insistencia de Mario como de la incauta disposición de Anna al quedarse escuchándole. Mario va a batirse en duelo: desvelado, había salido a respirar el aire fresco de la noche. Anna se entera de que es ella la causa ‘involuntaria del encuentro, debido a un altercado entre Mario y cierto mandolinista que había dicho que vio un fantasma en el bosque. La hora se acerca; y Mario ruega a Anna que recuerde enviar ciertas cartas en caso de desgracia.
Ya en pleno día, en el mismo jardín, Anna espera las noticias, examinando las cartas de Mario: para su madre, para el abogado y para cierta Marión… Entre tanto las emociones le han abierto el apetito y empieza a desayunar. Mario llega. ¿Cómo? ¿Está comiendo en lugar de desesperarse? El diálogo se reanuda algo acerbo, puntilloso, impertinente: Marión es el quid de la cuestión. Por otra parte, Anna está prometida a Paolino. Ambos se sienten celosos; la cólera los mantiene en sus posiciones y Mario, irritado, se marcha. Pero por la noche vuelve a deambular en torno al jardín; consigue entrar, y la explicación suprema se produce en el encanto de la noche estrellada: amor. Marión no ha existido nunca y Paolino es el hermano de Anna. La comedia es una de las más graciosas del autor: una contienda aguda, chispeante de brío, sobre la trama de un concepto sencillo y amable: las cosas y las personas son más apreciables cuando se ven levemente difuminadas por la luz tenue del alba o de la noche: durante el día se las percibe demasiado bien.
M. Ferrigni