Es uno de los relatos más populares de la época victoriana, publicado en 1867 en Londres y fue después adaptado a la escena. East Lynne es la residencia del joven abogado Carlyle y de su mujer Lady Isabel, donde la pareja vive feliz con tres niños. Pero Bárbara Ha- re está secretamente enamorada de Carlyle, quien sólo siente por ella, compañera suya de infancia, un sincero afecto fraternal. Isabel, celosa, ignora que las citas clandestinas de su marido con Bárbara sólo tienen relación con una trágica historia: el hermano de Bárbara, Richard, es buscado por la policía, acusado de haber matado a cierto Halijohn, padre de una muchacha cortejada por él.
Una noche Richard se presenta disfrazado a su hermana implorándole que solicite la ayuda de Carlyle para probar su inocencia; sabe que el asesino es un misterioso individuo llamado Thorn. Los celos de Isabel son fomentados por Levison, un individuo siniestro que la corteja y la induce, en un momento de locura, a huir con él a Francia. Pero muy pronto Levison se separa de la mujer y la abandona. Víctima de un accidente ferroviario, Isabel queda luego con el rostro horriblemente mutilado, hasta el punto de que es irreconocible. En Inglaterra llega entre tanto la noticia de su muerte, y Carlyle se casa con Bárbara Haré.
Pero Isabel, que vive ahora bajo un nombre falso, devorada por el remordimiento, no pudiendo resistir más el deseo de volver a ver a su marido y a sus hijos, vuelve a Londres y se coloca como ama de llaves de Carlyle. Así la mujer vuelve a East Lynne; empieza entonces para ella el calvario más atroz, que soporta con resignación, consciente de su culpa. Isabel advierte ahora que ama desesperadamente a su marido; y el suplicio de tener que asistir, muda e impotente, a las caricias que prodiga a su segunda mujer, unido al hecho de ver morir lentamente tísico a uno de sus hijos, es demasiado para ella.
Un pobre consuelo constituye la noticia del final de Levison, identificado con el misterioso Thorn, el asesino de Halijohn, que muere ajusticiado. Isabel se extingue al fin lentamente y, en su lecho de muerte, reconocida por su marido, consigue su perdón. La tesis de la novela es demostrar la fuerza de una ley moral a la que nadie puede rehuir: cada cual debe expiar fatalmente las propias culpas, aunque sean el fruto de un instante de debilidad. La autora muestra su simpatía y su compasión por Isabel, que retrata con suaves tintas, pero sigue su destino con ineludible coherencia, y en este contraste entre la tesis y los móviles psicológicos de la protagonista, adquiere la novela su valor y su originalidad.
G. M. Mantegazza