Segunda parte de El pelo de la dehesa (ambas de estructura moratiniana), es una comedia en tres actos. El protagonista, que ya ha vuelto a su añorado pueblo natal, irritado contra el ambiente cortesano, que no podía sufrir ni le sufría, decidió en principio casarse con una moza de su pueblo, sencilla y natural como él, y para ello elige a Simona, cuyo padre, el tío Pablo, está deseoso de tener tan rico yerno.
Pero el novio, que ya había saboreado la delicia de la civilización cortesana — pese a su presunta oposición a la misma —, no se acostumbra ahora a la rústica condición de su prometida, e intenta, viajando de un lado para el otro, olvidarse de Elisa y resignarse a Simona, a la que ya ha dado palabra de matrimonio. Cuando no tiene otro remedio que decidirse a la boda (mantenida la decisión por la tozudez propia de su raza aragonesa, según manifiesta), sabe que Simona mantuvo por su parte amores con Mamerto, el escribano del pueblo, y que éste, infeliz, porfía por ella. Queriendo librarse don Frutos de su palabra, dialoga en vano con el tío Pablo a fin de casar a Mamerto con su zafia novia. Entre tanto, Elisa se ve obligada a ir a Belchite a resolver un asunto de su casa solariega, en litigio, y un accidente muy propio para resolver situaciones teatrales de la época, la pone junto a don Frutos, cuya loca pasión se reaviva tempestuosa aunque contenidamente.
Elisa ya se había casado, lo cual empuja a la desesperación a su enamorado, pero enviuda fulminantemente, y él, entonces, busca un recurso para romper con Simona. El ardid de que se vale, agotados los buenos términos, es el de hacer testamento ante ella y su padre a favor del escribano Mamerto y Elisa. Simona se encoleriza, pero Mamerto es feliz recuperándola, y Elisa, por fin, hace la dicha de don Frutos y la suya propia. El autor aprovecha todas las oportunidades para ironizar sobre la ruda condición y tenacidad de los aragoneses.
C. Conde