Conjunto de la producción del poeta arábigo español, secretario de al-Hakam y de Almanzor, y que luego siguió su carrera política en algunas cortes taifas. Fiel a los modelos clásicos de la qaslda. imitador de al-Mutannabí (v. Díwan), escribió numerosas poesías, aunque sus versos hacen gala de pobreza intelectual, y, además, son amanerados, complicados, conceptuosos. Si en algo puede decirse que destacó fue en las elegías (por ejemplo, la que dedicó a la sultana Aurora) y en los panegíricos, en su inmensa mayoría dedicados al poderoso Almanzor, de quien era más o menos el poeta oficial.
La fama y la difusión que alcanzó la obra de Ibn Darráy, tanto en al-Andalus como en el resto del mundo musulmán, la debe en gran parte a su discípulo Ibn Hazm, quien en su Epístola apologética de al-Andalus (v.) llega incluso a compararle con al-Mutanabbl, Abü Tammám y a Bassár ibn Burd. También le alabaron, entre otros, Ibn Bassám (v. Dajlra) y al-saqundl (v. Risala fiz fadl al-Andalus). Pese a todo, lo cierto es que su preocupación, como la de la mayoría de los panegiristas, es el estilo, no el fondo. Tanto en sus versos como en sus epístolas en prosa rimada que conservamos, se aprecia mucho «oficio», pero pocas y pobres ideas.
También cultivó la poesía floral, y en uno de sus poemas al describir la azucena dice: «Las manos de la primavera amurallaron, encima de los tallos, los castillos de la azucena; castillos con almenas de plata, donde los defensores, agrupados en torno al príncipe, empuñan espadas de oro», imágenes que fueron imitadas en un poema del hebraico español Mosé ibn ’Ezra (v. Poesías). Traducción de numerosas poesías por Régis Blachére, en su artículo La vie et l’oeuvre du poéte épistolier andalou Ibn Darray al- Qastallí, publicado en la revista «Hespéris», XVI (1933), páginas 99-121.
D. Romano