Obra del leonés, militar en las campañas de Italia y Flandes, por sus servicios obtuvo el título de conde (1636-38); fue ministro plenipotenciario de Felipe IV cerca del rey de Dinamarca, y ministro del Consejo de Guerra (1662). La reina Cristina de Suecia le honró con su amistad. Escribió su Discurso de la hermosura y el amor (1652) para contestar a una dama que le consultaba sobre estas materias; es uno de los últimos reflejos de las ideas platónicas de los escritores castellanos del siglo XVII.
En este bello Discurso, de forma elegante, se nota la influencia de León Hebreo y también de algunos de nuestros más señalados místicos del siglo XVI. He aquí cómo expone el desinterés que caracteriza la contemplación de la belleza: «Todas las demás pasiones naturales no se mueven sino por objetos que sustentan el ser, que lisonjean los sentidos con calidades conformes al temperamento de sus órganos, y acciones convenientes a su conservación.
La Hermosura no tiene ninguno de estos cebos mercenarios; sus halagos son puros; no es amada sino por sí misma; gana los corazones sin el cohecho de la utilidad… Es una imagen en que se reconocen muchas señas del bien soberano». Como poeta cultivó, especialmente en silvas, la lírica y la didáctica; procuró evitar el culteranismo, pero vino a caer en el prosaísmo. Entre sus obras tiene un curioso Entremés de los maridos conformes.
C. Condé