[Dictionnaire historique et critique ]. En 1692 el autor se propuso escribir un diccionario que contuviera todos los errores que se encuentran en los demás diccionarios, especialmente en el de Moreri; después, «persuadido de que el descubrimiento de los errores no es importante ni útil a la prosperidad del Estado ni a la de los particulares», renunció a su idea y publicó, de 1695 a 1697, en Rotterdam, los dos volúmenes del Diccionario histórico y crítico, aumentado de continuo en ediciones posteriores y en el que cada voz está dividida en dos partes, una puramente histórica, la otra crítica; la primera, es una sucinta narración de los hechos; la segunda, un extenso comentario en el que se reúnen pruebas, discusiones, amplias citas, de ordinario en la lengua original, censuras de muchos errores, reflexiones filosóficas, «de manera que toda clase de lectores hallen en él de un modo u otro, algo que pueda satisfacerles».
Esta obra debía, según Bayle, ser una especie de biblioteca, y ello justifica la riqueza y amplitud de la manera de tratar cada artículo. Pero como el autor se propuso no hablar de Papas, de reyes, de Padres de la Iglesia, de emperadores, de personajes de la Biblia, resulta que faltan muchos nombres, mientras que aparecen otros de poca importancia. Si no la obra más importante del siglo XVII, según ha sido juzgada por algunos, este Diccionario es notable por su gran erudición, por el estudio directo de los autores citados, por el espíritu y por la intención, que le hacen un precursor de la Enciclopedia (v.) y por la concepción ilustracionista de la religión. Bayle, en efecto, educado en el calvinismo, pasó al catolicismo para volver de nuevo al calvinismo sin hallar satisfacción ni en una confesión ni en otra, y así considera todas las religiones erradas y causas de discordia en cuanto que la oposición entre revelación y conocimiento es irreconciliable: ciencia y fe se contraponen, según él, por completo.
Sin embargo, no rechaza los sistemas dogmáticos, sino que, dada la incapacidad de la razón humana para llegar a la certeza absoluta, halla argumentos para reconocerle mérito a la fe, que por sí sola, dando por cierto lo que es contrario a la razón, crea la autodisciplina que es el fundamento de la religiosidad. Eso no impide que deba considerarse a la moral independientemente de la fe y fundada sólo en la religión natural, al modo que la física se limita a la experiencia y a las hipótesis probables. La preocupación fundamental de Bayle es por tanto la tolerancia, en la que se inspira toda su obra: tolerancia para todas las sectas, todas las religiones y filosofías, porque la razón aclara el valor de los argumentos que ellas presentan y además la razón da también algunas indicaciones sobre la existencia de Dios y del alma. Estas son las doctrinas que se deducen de la lectura de la obra, cuyos artículos están precisamente elegidos por el autor de modo que respondan a sus puntos de vista. Júzguese como se quiera bajo el aspecto filosófico y religioso, el Diccionario sigue siendo la primera tentativa de presentar a las personas cultas las más variadas y arduas cuestiones en forma a todos asequible y de un modo vivo y preciso a un tiempo.
M. Venturini
Bayle está en él, con su ironía, con su duda universal. Del mismo modo que Locke puso de relieve el «cogito», él es vivo ejemplo del «de ómnibus dubitandum». (De Sanctis)