[Journal]. Aparecido formando volumen en 1939, recoge todo el «diario íntimo» de André Gide (1869-1951), cuyos «cuadernos» empiezan en 1889. El primer grupo de sus confesiones no presenta particular interés, acaso también porque mucha materia fue trasladada a los Cuadernos de André Walter (v.). A partir de octubre de 1894, encontramos una laguna de siete años, debida sobre todo al deseo del escritor de conceder cada vez menor importancia a la investigación egoísta del propio yo: Gide quiere «perderse de vista».
Las notas reaparecen en enero de 1902, para hacerse breves y densas con el correr de los años, llegando a un tono- singularmente breve y enérgico. En su período de producción literaria más intensa, el autor se confiesa ya tanto en cada libro, que estos coloquios con su cuaderno de notas quedan cortados y secos, ya no son ni la sombra del antiguo deliberado propósito de ahondar en sí mismo hasta perderse de vista en obscuros laberintos o de improvisar ambiguas perspectivas. La confesión íntima se transforma así en una colección de máximas y reflexiones morales, en el mejor estilo de Gide, que siempre es un moralista.
Ya sea que él considere con desdeñosa clarividencia la vida de tanta gente a la que su ceguera natural impide la más mínima distinción (el bellísimo pensamiento sobre los que nacen, viven y mueren «por imitación»), o que anote rápidamente fisonomías de obras o de escritores, Gide llega con frecuencia a una brevedad esencial. Característico es, por ejemplo, el apunte sobre Bourget: «Este arte utilitario no vive más que un momento y, apenas cesa de ser útil, no despierta más interés que el de la curiosidad histórica. El mismo aspecto serio de su obra, hace sonreír, y la ausencia de ironía sobre sí mismo invita bien pronto a la ironía del lector. Nada tan caduco como las obras serias.
Ni Moliere, ni Cervantes,^ ni aun Pascal, son serios: son graves». Hasta en las partes más exquisitamente personales, el autor es de una clarividencia absoluta, tiende al balance, a juicios que fácilmente se resuelven en epigramas: «Hay días en los que si no hiciera más que dejarme ir, rodaría directamente bajo la Santa Mesa. ¿Acaso es el orgullo lo que me detiene? Todo lo contrario, me detiene la probidad de espíritu». Especial importancia tuvieron para el público dos partes del Diario publicadas en volumen separado: Numquid et tu? y Páginas de Diario. El primero, conocido también con el nombre de Cahier Vert, escrito en 1916-17, tomó el título definitivo de Numquid et tu? (que son palabras del Evangelio de San Juan, VII, 52) cuando lo imprimió, en 1926, Du Bos, y testimonia una crisis espiritual que llevó al autor a los umbrales del catolicismo.
Son anotaciones amorosas y angustiosas, arrojos místicos hacia la palabra de Cristo que es bálsamo del alma atormentada y perdida, adhesiones impetuosas, aceptadas con plena pureza de espíritu y humildad de corazón. Sin que por ello desapareciera el estado de ánimo típico del protestante, que se revela en el cuidado instintivo de distinguir la enseñanza del Evangelio de la doctrina de la Iglesia, a la que se añaden, naturalmente, elementos de los textos de San Pablo. Por eso, a pesar de la sinceridad de esta experiencia, ella queda, en el cuadro de la vida íntima de Gide, como un episodio, aunque sea uno de los episodios más importantes de un alma absolutamente inquieta y aventurera.
Las Páginas de Diario, publicadas en 1934, tuvieron resonancia de otro género, casi escandalosas, ya que en ellas, con un tono de cuya sinceridad era imposible dudar, un escritor tan conocido por su obstinado anticonformismo, proclamaba su adhesión a la doctrina y a la práctica comunista de la U.R.S.S. Había en esta declaración una parte completamente personal, el deseo de un extremo reniego del egoísmo y palpitaciones de sincera conmoción por los dolores y las angustias del mundo. En cuanto a la fe incondicional a un sistema político y a un orden constituido en su realidad efectiva, fue fácil para muchos lectores desconfiar de la duración de esta «conversión», viendo en tales entusiasmos uno de tantos episodios de un espíritu inquieto, demasiado sediento de realidad y de felicidad para resignarse a poner su ideal fuera de este mundo, y a la vez demasiado inclinado a la crítica para aceptar cualquier sistematización definitiva.
En efecto, el mismo Gide, en su libro publicado poco después (1936), Retomo de la U.R.S.S. [Retour de la U.R.S.S.], narrando un viaje a Rusia y exponiendo las consideraciones sugeridas por la experiencia directa, volvía otra vez a su característica libertad de espíritu, retractándose con la tenaz precisión y cuidada desenvoltura con que había siempre reclamado el derecho de contradecirse. También este Retorno, aunque sin formar parte del Diario, corresponde al grupo de las obras más estrictamente autobiográficas, a las páginas cuyo fin principal es la confesión. Dentro de esta línea debe colocarse, en especial, la obra capital de Gide, Si la simiente no muere (v.), después otros escritos menores (cfr. Hojas de la calle, etc.) el más característico de los cuales es el Diario de los monederos falsos (v. Monederos falsos).
M. Bofantini
*Parte esencial de la hoy célebre obra, es el Diario 1939-1942 [Journal 1939-1942], publicado en París en 1946. Inspirándose en los recientes acontecimientos políticos y militares, Gide testimonia una vez más su amor a la libertad y a la libre investigación de la verdad. Notables son, asimismo, las Páginas de Diario ÍPages de Journal], aparecidas en «l’Arche», de 1946, en las que Gide toma posición frente a las nuevas generaciones.
Todo esto ha formado un jardín secreto, activamente cultivado, del que tenemos hoy la llave y que se ha convertido en uno de los jardines más frecuentados, de los más «públicos» de la literatura. (Thibaudet)
Enc. Montaner