Obra filosófica, publicada por primera vez en italiano en Roma, en 1535, y dedicada por Mariano Lenzi a Aurelia Petrucci. Parece seguro que la redacción originaria era italiana y no española o hebrea. En tres diálogos sobre el amor (el cuarto que iba a terminar la obra, probablemente nunca se escribió), discuten entre sí Sofía y Filón —símbolos de la sabiduría racional y de la pasión afectiva—, a fin de definir el amor y el deseo, y de fijar límites, las direcciones, la universalidad del amor y, finalmente, su origen.
Los tres diálogos, de los que el más amplio y más seguro dialécticamente es el tercero, se basan en la cultura hebraica a través de la teoría platónica del amor y a través de la interpretación de Ficino, en cuanto evidencian la necesidad de una plena valoración del amor, como elemento de conocimiento de lo divino, y su fundamental importancia en las relaciones entre Dios y el hombre. En el Diálogo I («Del amor y del deseo») se examinan las relaciones entre el amor —«se ama lo que se posee» — y el deseo — «se desea lo que no se tiene» —, entre lo útil, lo deleitable y lo honesto.
Se establece que del amor y del deseo de lo honesto derivan la virtud y la sabiduría, y que el hombre debe tender a la virtud y a la plena realización de sus fines: amar y conocer a Dios, sumo bien. Sólo en el conocimiento de Dios, consiste la felicidad humana. Amar a Dios es, en verdad, conocer a Dios; de él se refleja sobre el hombre una luz de amor que es la sabiduría. El amor tiene, pues, su propia razón en el orden del universo, como lo demuestran las pasiones humanas a las que en vano trata de frenar la razón: razón extraordinaria que se investiga en el diálogo II, «De la comunidad del amor».
Tras examinar la naturaleza del amor en el mundo inferior sublunar, en el mundo elemental y en el mundo celeste (siempre con discusiones entre Sofía y Filón), profundiza en las relaciones entre amor y conocimiento, también a través de la mitología erótica de griegos y romanos y de las manifestaciones del amor en el mundo inteligible. Presupuesto Dios como fin supremo, amado en la perfección misma del universo, es profundamente sentida la elevación de todos los seres a Dios mismo mediante el amor y en esta elevación se fundan la unidad del mundo, la elevación de lo imperfecto hacia lo perfecto y el acto de amor de Dios hacia las criaturas. Concepción esta última, que muestra el origen judío y en ciertos aspectos cristiano del pensamiento de León, junto con la influencia de Platón y de los neoplatónicos italianos.
Bastante importante para la teoría del amor, que tantos desarrollos tuvo en la cultura renacentista, es el Diálogo III («Del origen del amor»). Examina el amor en sus relaciones pasionales (Filón sufre ante la incomprensión de Sofía): precisamente por ser siempre deseo, su naturaleza es tender’ hacia el bien bajo cualquier forma, en una continua sed de universalidad. Examinado desde varios puntos de vista su origen cósmico, se establece su génesis en una necesidad de perfección que reside en todas las cosas, necesidad que inclina al mismo Dios hacia la criatura humana y hacia los seres creados. La misma creación es un acto de amor. Dios es la belleza primigenia (entendida como esplendor y armonía suprema) en cuanto es la perfecta sabiduría.
De la suma belleza se originó el amor, que tiende a Dios como a la beatitud más plena; por lo tanto, la perfección del amado es el fin universal del amor, que completa el fin particular existente en el ser amado. El diálogo concluye con la imagen tormentosa de Filón al que aún no comprende Sofía en la espiritualidad de su amor; probablemente, en un IV diálogo, Sofía habría cedido a la pasión de su amante, como conclusión de nuevos razonamientos sobre la naturaleza y los fines del amor.
Estos diálogos, aunque salpicados de disquisiciones entre astrológicas y metafísicas que derivan de la literatura anterior a él, fijan claramente el principio del conocimiento en el amor y en la pasión, con una teoría cósmica perteneciente al neoplatonismo, y que a la nitidez dialéctica de un hombre del Renacimiento une la orientación cultural y religiosa de León. Además de pertenecer a la literatura española o italiana, la obra tiene por derecho propio un lugar en la historia del pensamiento, incluso por la amplitud con que será acogida en la filosofía de Bruno y en los demás filósofos de la naturaleza. [Trad. del Inca Garcilaso (Madrid, 1590), de Carlos Montesa (Zaragoza, 1582) y de David Romano (Barcelona, 1953) J.
C. Cordié
Si tratáredes de amores, con dos onzas que sepáis de la lengua toscana, toparéis con León Hebreo, que os hincha las medidas. (Cervantes),
Enc. Noguer.