Obrita política publicada en 1882. Los primeros diálogos tienen lugar entre personajes alegóricos: Europa, Italia, Francia, la Restauración, la Política, la Justicia, la Libertad, los cuales comentan los acontecimientos políticos del 1815 al 1831. Europa expone las ideas del autor, y la Restaura- :m no encuentra gracia a sus ojos porque los bienes del clero, Aviñón y otras tierras ro han sido restituidos a la Santa Sede y la revolución se ha introducido enmascarada en el Congreso: Francia, en efecto, ha conservado la Carta, y constituye un perenne peligro. La ayuda a la insurrección griega es un insulto a la legitimidad del principal y el régimen absoluto, ya sea turco, ya musulmán, es siempre preferible a una revolución.
Las revoluciones del 30-31 provocan el recurso a la guerra, pero ésta debe i escariarse porque todos los soberanos tienen las manos atadas por la «no intervención», inventada en Francia e hija de la Revolución. En los diálogos siguientes, un Doctor y Polichinela van de Nápoles a -rancia para huir del absolutismo y conocer los beneficios de la constitución: pero, en la tierra de la Libertad, los impuestos son más fuertes, y está establecida la conscripción militar. En cuanto a la soberanía del pueblo, se reduce a la de los representantes de una mínima parte del pueblo. Por otra parte, la propiedad es poco segura, y la industria y el comercio están perjudicados por la inestabilidad política.
Estos argumentos hacen creer al Doctor y a su compañero en el cuento de la «costipazione», como la llama Polichinela, símbolo del pueblo ignorante exaltado por los demagogos, pero todavía en posesión de su buen sentido. Así, en otro diálogo, huye del reino constitucional y dirige al rey una carta con estos consejos: divulgar escritos sanos y evitar la circulación de los que no lo sean, impedir que la nación forme una sola masa y una sola voluntad, volviendo a la descentralización con la sabia máxima, «divide et impera»; no estropear la cabeza del pueblo con el alfabeto; no usar de una dañosa tolerancia.
Y sobre todo, que se restaure la religión y el buen acuerdo con la Iglesia. No se pueden imputar hipocresías ni reticencias a este compendio de la más franca doctrina reaccionaria, en que el conde Monaldo opone triunfalmente a los «derechos del hombre» el derecho de «vivir en paz y conservar la piel». A pesar de la áspera crítica que Lammenais hizo de ellos en la «Revue des Deux Mondes», el libelo gustó mucho en su tiempo por la agilidad de la forma y por el brío satírico, al que seguramente no fue extraño el ejemplo de los Opúsculos morales (v.) de su hijo Giacomo; además de seis ediciones italianas se hicieron de él traducciones en muchas lenguas.
P. Onnis