Dezir a las Siete Virtudes, Miçer Francisco Imperial

Poema alegórico del escritor genovés avecindado en Sevilla Miçer Francisco Imperial (hacia 1372-principios del siglo XV), contenido en el Cancionero de Baena (v.). La crítica lo ha fechado entre el año 1391 (Edwin B. Place) y el 1407 (Rafael Lapesa). El autor, «acerca la ora que el planeta enclara / al Oriente, que es llamada aurora», se acerca a una fuente «en un prado verde que un rosal enflora». Divisa cuatro círculos y tres cruces lucientes. Todo se alumbra, y dis­tingue un jardín maravilloso cercado por un arroyo, cuyo fondo es «de diamante mucho illuminoso», y por altos muros de jazmín. Encuentra a Dante, el cual

«traía un libro de poca escriptura, / escripto todo con oro muy fino, / e comenzaba: En medio del camino».

El autor se ofrece al gran poeta florentino y ruega que le guíe. Pa­sean entre cantos de ángeles y delicados rosales, hasta que advierten las siete estre­llas, que tienen aspecto de hermosas «due­ñas» y forman dos grupos: tres tienen co­lor de llama viva y simbolizan las virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad); las otras cuatro son blancas como la nieve y representan las virtudes cardinales (Pru­dencia, Justicia, Fortaleza y Templanza). Dante ilustra al autor sobre cada una de ellas y sus derivadas (Concordia, Libertad, Lealtad, Mansedumbre, etc.), que aparecen bajo la forma de doncella. Las siete damas se oponen a siete serpientes monstruosas que simbolizan los siete pecados capitales. Sigue una invectiva contra una ciudad, que parece ser Sevilla. De un rosal surge un coro angélico que entona la Salve. El autor despierta:

«E commo en mayo en prado de [las] flores / se mueve el aire en quebrando el alva / suavemente vuelto con olores, / tal se moviera al acabar la sal­va. / Feríame en la faz et en la calva / et acordé, comino a fuerça despierto, / e en mis manos fallé a Dante abierto / en el capítul que la Virgen salva».

Como ya se­ñaló Amador de los Ríos, el Dezir a las siete virtudes imita y, en parte, traduce la Divina Comedia (v.). Nuestro poeta es­coge, del gran poema dantesco, una serie de situaciones y motivos, que somete y adapta a un plan rigurosamente personal. Es significativo que el autor, al despertar de su sueño, encuentre entre sus manos, abierto, el texto de la Comedia. Con Fran­cisco Imperial se inicia, dentro del paisaje de la poesía castellana medieval, una nueva situación de poesía que culminará, ya en pleno siglo XV, con las grandes y admira­bles figuras del marqués de Santillana y Juan de Mena.

J. Molas

…Micer Françisco Imperial, al qual yo non llamaría degidor o trovador, mas poeta; como sea çierto que si alguno en estas partes del Occaso meresció premio de aque­lla triunphal e láurea guirlanda, loando a todos los otros, éste fue. (Marqués de Santillana)