Es el último libro del Pentateuco (v.) y el quinto de la Biblia (v.), atribuido a Moisés, y escrito, por lo tanto, entre los siglos XVI y XV a. de C., en lengua hebrea. El Deuteronomio, o sea, segunda ley, nombre derivado de una expresión hebrea del cap. XVII, 18, no es una mera repetición de la legislación contenida en los libros precedentes, ya que, además de leyes nuevas, ofrece complementos, delaraciones, modificaciones a las primeras. Los complementos tienen por especial objeto modificar las leyes adaptadas al nomadismo en consideración al próximo futuro del pueblo hebreo que ha de ocupar Canaán y establecerse en él. Lo que da a este libro un sello característico es la forma con que se procede a la repetición y adición de leyes. No se trata de un código como el Éxodo, los Números y el Levítico, sino de una serie de discursos en los que Moisés «exhorta, alienta, estimula, inculca la observancia de las leyes, empezando por los grandes principios morales, evoca las glorias del pasado, la misión histórica de Israel, los triunfos venideros».
Los cuatro discursos de Moisés dan la división del libro. En la primera parte (primer discurso) se da un resumen de los sucesos acaecidos desde la salida del monte Horeb hasta las últimas conquistas allende el Jordán. La segunda parte (segundo discurso) trata de la renovación de la ley con principios generales (decálogo, culto y amor al único Dios verdadero, guerra a la idolatría, beneficios de Dios, condenación de las antiguas infidelidades de Israel, promesas y amenazas), leyes especiales (deberes religiosos; unidad de santuario y disposiciones acerca de él; contra la apostasía; alimentos y diezmos; año de perdón; las tres grandes solemnidades anuales) y derecho público (jueces; reyes; sacerdotes; profetas; homicidio involuntario; guerra; homicidio de mano oculta; derecho familiar y privado; matrimonio; hijos; divorcio; etc.). En la tercera parte (tercer y cuarto discurso) se hallan contenidas la renovación de la alianza junto a Siquem, maldiciones y bendiciones, amenazas y promesas. La cuarta parte es un apéndice histórico: últimas disposiciones de Moisés; nombramiento de su sucesor en la persona de Josué; cántico de Moisés; bendición de las doce tribus; muerte de Moisés, el cual, hacia el fin de su vida, predice el advenimiento del Mesías (XVIII, 15-18).
El Pentateuco nos ha quedado como monumento incomparable de la actividad de este hombre excepcional y de su extraordinaria sabiduría, el primer libro del mundo, en especial por las sublimes normas de vida de que están llenas sus páginas. Moisés vive y vivirá siempre por estos libros suyos, en los que promulgó los postulados eternos de Dios, por sus hazañas gloriosas, realizadas con el fin de dar a conocer la religión revelada.
G. Boson