Obra del poeta español Pedro Soto de Rojas (1584-1658) que fue publicada en Madrid en 1623. Pertenece a las primeras maneras poéticas del autor granadino que en sus poemas posteriores sigue los módulos del más exaltado gongorismo. Dividida en dos partes, sus sonetos, madrigales, canciones y églogas constituyen el más coherente y el más arquitectónicamente concebido libro de poemas de la Edad de Oro española. Su autor es el «blando» Soto de égloga, soneto y madrigal, plenamente garcilasiano, en contraposición al «intrincado» poeta del Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos y de Los Rayos del Faetón.
Dividida en dos partes, la obra aparece dedicada al Conde-Duque de Olivares y al frente de ella se estampa un Discurso sobre la Poética — únicas páginas en prosa que conservamos de Soto — escrito para la Academia Selva je de Madrid,, a la que asistió el poeta. En un elogio de Lope de Vega, incluido entre otros varios a la cabeza del Desengaño, se declara que los poemas recogidos en la obra estaban escritos desde 1611 y no es posible ocultar la intención anticulterana que movía al gran Lope cuando instaba a Soto para que los publicase. En efecto, el tono y la temática del Desengaño enlazan con la poesía del segundo Renacimiento español, cantando a una desconocida «Fénix» que ha resistido todos los asedios de biógrafos y críticos y cuyo cuello no es de alabastro ni de nieve, pero ante la que Soto siente «fuego en el pecho y mares en los ojos», expresándose en verso del más puro corte gongorino. Sus pastores recuerdan versos de Virgilio y Garcilaso; sus temas insisten en Leandro, el «Beatus lile», el «Carpe diem» o la barquilla rota; su lenguaje sitúa al autor como modelo de una manera granadina en la literatura española de todos los tiempos para ser el poeta de lo pequeño y del diminutivo que constituye para García Lorca la esencia de la estética granadina.
A propósito de sus madrigales habría que recordar la influencia de Juan Bautista Guarini junto a recuerdos de un San Juan de la Cruz admirado y sentido. Su geografía es limitada: Sierra de Guadarrama, Ginalarif, Écija, Sierra Nevada, la Vega granadina — tierra y paisaje de Lorca — y el Zacatín o la Plaza de Bibarrambla — lugares del romancero español—. Soto canta los dos ríos de Granada, Genil y Parro, que atraviesan un mundo poético húmedo con los llantos y lágrimas de ausencias o de celos o con los mares, ríos, nieves, rocíos, escarchas, nubes y lluvias de un paisaje conscientemente literario. Pese a todo, las maneras poéticas de su segunda época aparecen iniciadas, a su vez, en el Desengaño. No en balde cuando en 1623 Soto publica su poema trenza una composición en elogio del Conde-Duque de Olivares, que ya denota el barroquismo que desembocará en el Paraíso. Pese a que el Desengaño no ha sido reimpreso hasta nuestros días (1950), su influencia ha sido muy honda en los poetas españoles de la segunda mitad del siglo diecisiete.
A. Gallego Morell