[De glieroici furori]. Obra filosófica de Giordano Bruno (1548-1600), la última que compuso y que fue publicada en Londres en 1585. En ella queda patente el tercer momento del proceso moral de Bruno, el racional, proceso cuyo primer momento, el psicológico, lo representa el Candelero (v.) y la Expulsión de la bestia triunfante (v.) es la expresión del segundo, es decir, del dialéctico. Es una obra, pues, en la que realiza la intención de tratar a la filosofía según la luz interior a la vez que la de exaltar el amor heroico por la verdad. Con el furioso amor de la verdad y de la filosofía, se armoniza la contemplación apasionada de la belleza y de la poesía, de la bondad y la paz; con ello, el filósofo alcanza la uni-trinidad del Ser, de la Verdad y del Bien, en los que Bruno ve la sustancia infinita del mundo. Prueba en la obra de qué modo es posible transformar el entusiasmo y el furor de las pasiones terrenas y el amor físico en un sentimiento puro y un entusiasmo de amor celeste; para exaltar este amor espiritual, en el que se disuelve la oposición de las pasiones, a fin de que la naturaleza física del hombre armonice con la racional, el autor representa el conflicto de afectos sensuales, bajo la alegoría de una guerra, deplorando la locura o la desventura de quienes, dominados por las ciegas pasiones, se hallan en guerra consigo mismos, siendo objeto de críticas, de ridículo y de desprecio. Con tal entusiasmo irrumpe aquí el ardor por lo divino y lo eterno, el amor por un Dios intelectual, por el que Bruno hasta se dispone a morir: todo el espíritu de la obra culmina en la aceptación de la muerte, en defensa de lo divino y lo eterno, que Bruno canta con mente de filósofo y con espíritu de orador y de artista.
La obra se divide en dos partes, conteniendo cada una cinco diálogos. En la primera parte, demuestra cómo la luz divina está siempre tan presente en nosotros que hasta llama a las puertas de nuestros sentidos, por ellos entra en el alma a la que convierte en Dios; gran importancia tiene para este progreso la voluntad, ya que ella es quien ha de ordenar, comenzar, seguir, realizar. En la segunda parte, se estudian las condiciones y modos de ser en el estado del heroico furioso, las razones que obstaculizan e impiden la claridad visual y la potencia aprehensiva de lo divino, y se habla de las nueve esferas, que revelan el número, el orden y la diversidad de todas las cosas que subsisten en unidad absoluta, a la que está ordenada la inteligencia que depende de la primera y única; se termina contemplando la armonía y consonancia de todas las esferas, las inteligencias, y, de cosa en cosa, la divinidad. Las poesías que aparecen en estos diálogos, cuando no son de Tansillo, fueron compuestas, según algunos, con fines eróticos, adaptándolas después a los principios filosóficos. Con ésta, como con todas sus obras constructivas, sale Bruno de los límites del naturalismo de Tglesio, para extenderse en la intuición de lo divino. Concibe la vida como una aspiración que realiza lo divino en sí, y que en las cosas lo supera con un furor heroico. Prescribe por tanto al hombre, la ley heroica de volver a recorrer el proceso ascensional que alcanza la unidad y totalidad del universo, de realizar el perfecto conocimiento de la idea, y alcanzar la máxima altura moral.
En esta ascensión se realiza la indisolubilidad e identidad de la realidad moral (Bien), con la realidad gnoseológica (Verdad) y con la existencia filosófica (Ente). De este modo es el mundo perfecto, porque en todos sus detalles, tiene vida divina. Todo es bien, y va al bien, por el bien. Así, pues, a diferencia de la mariposa que es arrastrada hacia la luz, sin saber que la luz es para ella la muerte, el héroe sabe que en la luz hay dolor y hay peligro: sin embargo, se dirige hacia ella, porque el dolor y el peligro tienen, para él, sólo un valor empírico. Es, por tanto, necesario que las más grandes aspiraciones vayan ligadas a la amargura. Esta obra es la celebración entusiasta y la apasionada propaganda de la concepción cosmológica de lo infinito, de la idea metafísica sobre la unidad del mundo y de la libertad filosófica, cuyo horizonte abrieron las teorías de Copérnico; ella constituye también la más alta afirmación de la emancipación del pensamiento y de los derechos de la naturaleza. En el relampagueante pensamiento de Giordano Bruno están como contenidos Spinoza, Leibniz, Schelling y Hegel: todo el pensamiento de los siglos XVII y XVIII parece estallar en el presagio de un énfasis delirante y en un continuo y coloreado juego de alegorías.
M. Maggi